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Memorias de una Geisha - Arthur Golden

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inclinación <strong>de</strong> cabeza. Entonces suspiró aún más profundamente y empezó a<br />

pellizcarse <strong>una</strong> zona <strong>de</strong>l cuello llena <strong>de</strong> costras. Me hubiera gustado mirar hacia<br />

otro lado, pero tenía los ojos fijos en mí.<br />

—Entonces tú eres Satsu-san, ¿no? —dijo. Pero seguía mirándome a mí.<br />

—Yo soy Satsu —dijo mi hermana.<br />

—¿Cuándo naciste?<br />

Satsu no parecía todavía muy segura <strong>de</strong> a cuál <strong>de</strong> las dos se estaba dirigiendo<br />

Doña Fuguillas, así que respondí en su lugar.<br />

—Es <strong>de</strong>l año <strong>de</strong> la vaca —dije.<br />

La vieja se acercó a mí y me acarició. Pero lo hizo <strong>de</strong> la forma más rara que<br />

se pueda uno imaginar, hundiendo la y ema <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos en mi mejilla. Me di<br />

cuenta <strong>de</strong> que pretendía acariciarme porque su expresión era bondadosa.<br />

—Ésta es bastante bonita. ¡Qué ojos! Y se nota que es lista. Basta con verle la<br />

frente —aquí se volvió a mi hermana y dijo—: Así que <strong>de</strong>l año <strong>de</strong> la vaca;<br />

entonces tienes quince años; el planeta Venus… seis, blanco. A ver, a ver…<br />

Acércate un poco más.<br />

Satsu hizo lo que le <strong>de</strong>cían. Doña Fuguillas empezó a examinarle la cara, no<br />

sólo con la vista, sino también con las y emas <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos. Se pasó un largo rato<br />

comprobando la nariz <strong>de</strong> Satsu <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ángulos diferentes, y sus orejas. Le pellizcó<br />

los lóbulos varias veces, y luego empezó a gruñir para indicar que había<br />

terminado con Satsu y se volvió hacia mí.<br />

—Tú tienes que ser <strong>de</strong>l año <strong>de</strong>l mono. Basta con mirarte. ¡Cuánta agua tienes!<br />

Ocho, blanco; el planeta Saturno. Y eres <strong>una</strong> chica muy atractiva. Acércate.<br />

Entonces procedió a hacer lo mismo conmigo, pellizcándome las orejas y<br />

todo lo <strong>de</strong>más. Yo no podía <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> pensar que hacía un momento se había<br />

estado rascando las costras <strong>de</strong>l cuello con la misma mano. Enseguida se puso en<br />

pie y se bajó al suelo, don<strong>de</strong> estábamos nosotras. Le llevó un rato meter los pies<br />

en los zori, pero finalmente se volvió hacia el Señor Tanaka y le dirigió <strong>una</strong><br />

mirada que él pareció enten<strong>de</strong>r <strong>de</strong> inmediato, porque salió <strong>de</strong> la habitación,<br />

cerrando la puerta tras él.<br />

Doña Fuguillas <strong>de</strong>sabrochó el blusón campesino que llevaba Satsu y se lo<br />

quitó. Le estuvo moviendo los pechos, le miró <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> los brazos, y luego la<br />

giró y le examinó la espalda. Yo estaba tan sorprendida que apenas me atrevía a<br />

mirar. Claro que había visto a Satsu <strong>de</strong>snuda antes, pero la forma <strong>de</strong> tocarla <strong>de</strong><br />

Doña Fuguillas me pareció más in<strong>de</strong>cente que cuando Satsu se había subido el<br />

bañador para que la manoseara el muchacho Sugi. Entonces, como si no fuera<br />

ya bastante, Doña Fuguillas le bajó las bragas <strong>de</strong> un tirón, la observó <strong>de</strong> arriba<br />

abajo y volvió a ponerla <strong>de</strong> frente.<br />

—Sal <strong>de</strong> las bragas —le dijo.<br />

Hacía mucho tiempo que no veía a Satsu tan avergonzada, pero dio un paso y<br />

<strong>de</strong>jó las bragas en el suelo fangoso. Doña Fuguillas la tomó por los hombros y la

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