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Memorias de una Geisha - Arthur Golden

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la que subía <strong>una</strong> chica y aprovechaba para mirarle por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la falda; todos<br />

reían salvo el Señor Tanaka, que tenía la mirada fija en la parte <strong>de</strong> la habitación<br />

oculta a mi vista. Una mujer <strong>de</strong> edad vestida con kimono se acercó a él con un<br />

vaso en la mano, y él lo agarró para que ella le sirviera cerveza. El Señor Tanaka<br />

me pareció <strong>una</strong> isla en medio <strong>de</strong>l océano, porque aunque todos los <strong>de</strong>más estaban<br />

riéndose con la historia —incluso la vieja que servía la cerveza—, él continuaba<br />

serio, mirando fijamente al otro lado <strong>de</strong> la mesa. Aparté el ojo <strong>de</strong>l agujerito y le<br />

pregunté a Kuniko qué era aquel sitio.<br />

—Es <strong>una</strong> casa <strong>de</strong> té —me respondió—, don<strong>de</strong> las geishas divierten a los<br />

hombres. Mi papá viene casi todas las noches. No sé por qué le gusta tanto. Las<br />

mujeres sirven las bebidas, y los hombres cuentan historias, salvo cuando todos<br />

se ponen a cantar. Todo el mundo termina borracho.<br />

Volví a mirar por el agujerito a tiempo para ver <strong>una</strong> sombra que atravesaba<br />

la pared, y entonces apareció <strong>una</strong> mujer. De sus cabellos colgaban los ver<strong>de</strong>s<br />

capullos <strong>de</strong> un sauce, y llevaba un kimono rosa pálido con un estampado en<br />

relieve <strong>de</strong> flores blancas. El ancho obi ceñido en la cintura era naranja y<br />

amarillo. Nunca había visto <strong>una</strong> ropa tan elegante. Lo más sofisticado que poseía<br />

<strong>una</strong> mujer en Yoroido era un traje <strong>de</strong> algodón, o tal vez lino, con un sencillo<br />

estampado en índigo. Pero a diferencia <strong>de</strong> sus ropas, la mujer no era en absoluto<br />

bonita. Tenía unos dientes tan saltones que los labios no llegaban a tapárselos <strong>de</strong>l<br />

todo, y la cabeza tan estrecha que parecía que se la hubieran aplastado entre dos<br />

tablas al nacer. Se pue<strong>de</strong> pensar que soy cruel al <strong>de</strong>scribirla <strong>de</strong> este modo tan<br />

duro; pero me sorprendió ver que aunque nadie diría que era <strong>una</strong> belleza, los ojos<br />

<strong>de</strong>l Señor Tanaka estaban clavados en ella, como un pez en el anzuelo. Continuó<br />

mirándola mientras el resto reía y se divertía. Y cuando ella se arrodilló a su lado<br />

para servirle un poco más <strong>de</strong> cerveza, lo miró <strong>de</strong> <strong>una</strong> forma que sugería que se<br />

conocían muy bien.<br />

Entonces le tocó mirar por el agujero a Kuniko y cuando <strong>de</strong>cidió que y a<br />

habíamos tenido bastante, volvimos a la casa y nos bañamos juntas en un baño<br />

situado en <strong>una</strong> <strong>de</strong> las esquinas <strong>de</strong>l bosquecillo <strong>de</strong> pinos. Los trozos <strong>de</strong> cielo que se<br />

veían entre las ramas estaban plagados <strong>de</strong> estrellas. Yo me hubiera quedado<br />

mucho más tiempo allí sentada, intentando compren<strong>de</strong>r todo lo que había visto<br />

aquel día y los cambios a los que tendría que hacer frente. Pero a Kuniko le había<br />

dado tanto sueño el agua caliente <strong>de</strong>l baño que enseguida aparecieron los<br />

sirvientes para ay udarnos a salir.<br />

Satsu y a roncaba cuando Kuniko y y o nos acostamos en nuestros futones a su<br />

lado, abrazadas <strong>una</strong> a la otra. Me invadió <strong>una</strong> cálida alegría, y le susurré a Kuniko<br />

al oído: « ¿Sabías que voy a venir a vivir contigo?» . Pensaba que esta noticia le<br />

haría abrir los ojos o incluso incorporarse, pero no la sacó <strong>de</strong> su sopor. Soltó un<br />

gemido, y un momento <strong>de</strong>spués su respiración, cálida y húmeda, había tomado<br />

el ritmo <strong>de</strong>l sueño.

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