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Memorias de una Geisha - Arthur Golden

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—¿Y mi padre? —pregunté—. ¿No ha dicho nada <strong>de</strong> él el Señor Tanaka?<br />

—Venga, Chiyo-chan, no te <strong>de</strong>mores —me dijo a modo <strong>de</strong> respuesta—. Vete<br />

a buscar a tu hermana.<br />

Aquello no me gustó, pero corrí hasta la casa y encontré a mi padre sentado<br />

en la mesa, rascando con la uña la mugre acumulada en <strong>una</strong> ranura <strong>de</strong> la<br />

ma<strong>de</strong>ra. Satsu estaba echando carbón en la cocina. Parecía que los dos<br />

estuvieran esperando <strong>una</strong> <strong>de</strong>sgracia. Yo dije:<br />

—Padre, el Señor Tanaka quiere que Satsu y y o bajemos al pueblo.<br />

Satsu se quitó el <strong>de</strong>lantal, lo colgó <strong>de</strong> la percha y salió por la puerta. Mi padre<br />

no contestó, pero parpa<strong>de</strong>ó varias veces, sin mover la vista <strong>de</strong>l lugar don<strong>de</strong> había<br />

estado Satsu. Luego bajó pesadamente la cabeza y se quedó mirando al suelo. En<br />

la habitación <strong>de</strong> atrás, mi madre lloraba entre sueños.<br />

Satsu casi había llegado al pueblo cuando la alcancé. Me había pasado<br />

semanas pensando en este día, pero nunca había imaginado que fuera a estar tan<br />

asustada como estaba. Satsu no parecía darse cuenta <strong>de</strong> que no estaba bajando al<br />

pueblo igual que podría haberlo hecho el día anterior. Ni siquiera se había<br />

preocupado por lavarse el carbón <strong>de</strong> las manos, y al retirarse el pelo <strong>de</strong> la cara<br />

se la tiznó toda. No quería que el Señor Tanaka la viera con aquella pinta, así que<br />

la alcancé y me puse a frotarle la mancha como habría hecho nuestra madre.<br />

Satsu me apartó la mano <strong>de</strong> un golpe.<br />

A la puerta <strong>de</strong> la Compañía Japonesa <strong>de</strong>l Pescado y el Marisco, le di los<br />

buenos días al Señor Tanaka con <strong>una</strong> inclinación <strong>de</strong> cabeza, esperando que<br />

mostrara alegría al vernos. Pero estuvo extrañamente frío. Supongo que esto<br />

<strong>de</strong>bería haberme dado <strong>una</strong> pista <strong>de</strong> que las cosas no iban a ser como y o había<br />

imaginado. Cuando nos condujo al carromato pensé que probablemente quería<br />

que su esposa y su hija estuvieran <strong>de</strong>lante cuando nos comunicara su intención <strong>de</strong><br />

adoptarnos.<br />

—El Señor Sugi vendrá conmigo <strong>de</strong>lante —dijo—, así que tú y Shizu-san<br />

mejor os montáis <strong>de</strong>trás.<br />

Eso es lo que dijo: « Shizusan» . Yo pensé que era muy grosero al equivocarse<br />

con el nombre <strong>de</strong> mi hermana, pero él no pareció notarlo. Ella se subió al carro y<br />

se sentó entre las cestas <strong>de</strong> pescado vacías, con <strong>una</strong> mano en las fangosas tablas<br />

<strong>de</strong>l fondo. Y luego con la misma mano se espantó <strong>una</strong> mosca <strong>de</strong> la cara,<br />

<strong>de</strong>jándose un rastro brillante en la mejilla. A mí me importaba más que a Satsu ir<br />

sentada en aquella suciedad. No podía pensar más que en lo mal que olía y en lo<br />

bien que me quedaría cuando pudiera lavarme las manos, y tal vez la ropa, en<br />

casa <strong>de</strong>l Señor Tanaka.<br />

Durante el viaje Satsu y y o no cruzamos palabra, hasta que llegamos a lo alto<br />

<strong>de</strong>l cerro, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> se dominaba Senzuru, y ella dijo <strong>de</strong> pronto:<br />

—Un tren.<br />

Yo me incorporé y vi pasar un tren a lo lejos, camino <strong>de</strong> la ciudad. El humo

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