04.11.2017 Views

Memorias de una Geisha - Arthur Golden

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

entonces, exactamente como me había temido, me agarró y empezó a<br />

pellizcarme en el cuello <strong>de</strong> tal forma que no sabía qué parte <strong>de</strong>l cuerpo me dolía.<br />

Me sentía como si me hubiera caído en un barreño lleno <strong>de</strong> unos bichos que me<br />

mordían a diestro y siniestro, y me oí quejarme. Lo siguiente que vi fue al Señor<br />

Tanaka a nuestro lado.<br />

—¿Qué está pasando aquí? —dijo—. Si tiene que <strong>de</strong>cirle algo más a las<br />

muchachas dígaselo mientras estoy aquí. No hay ning<strong>una</strong> razón para tratarlas así.<br />

—Claro que tendríamos muchas más cosas <strong>de</strong> las que hablar. Pero ahí llega el<br />

tren —dijo Doña Fuguillas. Y era cierto: lo vi culebrear en <strong>una</strong> curva ya bastante<br />

cerca <strong>de</strong> nosotros.<br />

El Señor Tanaka nos volvió a llevar al andén, don<strong>de</strong> los campesinos y las<br />

ancianas reunían sus pertenencias. Enseguida el tren se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />

nosotros. El Señor Bekku, con su rígido kimono, se metió como <strong>una</strong> cuña entre<br />

Satsu y yo y, agarrándonos por el codo, nos hizo subir al vagón. Oí al Señor<br />

Tanaka <strong>de</strong>cir algo, pero estaba <strong>de</strong>masiado confusa y triste para distinguir con<br />

claridad lo que <strong>de</strong>cía. No podía fiarme <strong>de</strong> lo que había oído. Podría haber sido:<br />

Mata yo! « ¡Hasta la vista!» .<br />

O esto:<br />

Matte yo! « ¡Espere!» .<br />

O incluso esto:<br />

Ma… <strong>de</strong>yo! « ¡Pues… vámonos ya!» .<br />

Cuando miré por la ventanilla, vi al Señor Tanaka dirigiéndose a su carro y a<br />

Doña Fuguillas limpiándose las manos en el kimono.<br />

Pasado un momento, mi hermana dijo:<br />

—¡Chiyo-chan!<br />

Escondí la cara entre las manos, y sinceramente me hubiera hundido en la<br />

<strong>de</strong>sesperación. Por la forma <strong>de</strong> llamarme, no era necesario que dijera nada más.<br />

—¿Sabes adón<strong>de</strong> vamos? —me preguntó.<br />

Creo que sólo quería que le contestara sí o no. Probablemente no le importaba<br />

mucho cuál era nuestro <strong>de</strong>stino, mientras hubiera alguien que supiera lo que<br />

estaba pasando. Pero yo tampoco lo sabía. Le pregunté al hombre flaco, el Señor<br />

Bekku, pero no me prestó atención. Seguía mirando a Satsu como si nunca<br />

hubiera visto nada igual. Finalmente, hizo <strong>una</strong> mueca <strong>de</strong> disgusto y dijo:<br />

—¡Pescado! ¡Las dos apestáis a pescado!<br />

Se sacó un peine <strong>de</strong> la bolsa y empezó a <strong>de</strong>senredarle el pelo. Estoy segura<br />

<strong>de</strong> que le estaba haciendo daño, pero me di cuenta <strong>de</strong> que a Satsu <strong>de</strong>bía <strong>de</strong><br />

dolerle aún más ver pasar el paisaje al otro lado <strong>de</strong> la ventanilla. Un momento<br />

<strong>de</strong>spués, hizo un puchero, como si fuera un bebé, y empezó a llorar. Si me<br />

hubiera pegado y gritado no me habría dolido más que verla llorar <strong>de</strong> aquel<br />

modo; le temblaba toda la cara. Yo tenía la culpa <strong>de</strong> todo. Una vieja campesina,<br />

<strong>de</strong>ntona como un perro, se acercó y le dio a Satsu <strong>una</strong> zanahoria y luego le

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!