VE-37 DICIEMBRE 2017
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desagradable todo, tan sucio, tan insalubre. Tan triste y<br />
descorazonador.<br />
En secreto, un secreto nunca con nadie compartido, Elmer sueña<br />
estudiar. Quisiera ir a la escuela, merendar en el parque a la salida de<br />
las clases, jugar al baloncesto, confundirse y ser uno más, entre todos<br />
esos chicos a los que cada tarde espía desde lejos... y un día —como<br />
ellos seguro lograrán— llegar a ser maestro o médico, quizás.<br />
Algunas veces, pocas, pero a veces, desde lo más alto de su<br />
montaña de escombros, golpeado por la pena y la soledad, levanta los<br />
ojos a un cielo para él siempre arisco y en penumbra. Susurra<br />
entonces una plegaria dolorida, una plegaria de tristeza abrumadora y<br />
solo si por un instante una estrella atraviesa rauda el firmamento, el<br />
niño sonríe. Por alguna extraña razón -alguien un día le contó- las<br />
estrellas fugaces guardan relación directa con los deseos y esa idea,<br />
casi una esperanza, dibuja en sus labios una sonrisa. Una sonrisa<br />
breve, apenas un esbozo, tan fugaz como la estrella. La triste e<br />
inexpresiva sonrisa de quien nunca aprendió a reír. De quien sabe que<br />
algunas historias nunca alcanzan su final feliz.<br />
Marta Navarro (València)<br />
https://cuentosvagabundos.blogspot.com.es/<br />
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