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La imitación es falsa por ser imitación, no importa su conseguida semejanza.<br />
¡Cuánto se rebaja la misión del arte al reflejar el reflejo!<br />
¡Qué excelso se hace en el intento de reducir lo visible, a lo inmutable,<br />
a lo general, a lo eterno!<br />
No otras cualidades encontraréis en la Idea, en verdad lo único verdadero<br />
Renuncia pues, obrero de lo bello, a la esquiva originalidad; no te pertenece,<br />
ni aún a los dioses<br />
No está en la imagen que reduzcas lo visible a lo inmutable, por eso tu<br />
destino está marchito<br />
O te afanas en copias que reflejan lo sensible, en inútil duplicación del<br />
fenómeno o das formas a simulacros de ideas que nunca viste<br />
Tu destino, artista, muerto ha nacido<br />
Gracias Noble Maestro, original de tu propia sombra<br />
Tal vez Cicerón quiera aterciopelarnos con su palabra<br />
Mis palabras sólo quieren hilvanar las ideas que dentro de mí bullen;<br />
no podrían atreverse a más: nada es tan bello como el bello original.<br />
Pensad en Fídeas: ni su Zeus ni su Atenas reproducen hombre o mujer<br />
ideal. Es la idea de majestad proto y arquetipo de belleza, que posada<br />
vigila en su alma, nunca trasmutada del todo a la obra creada,<br />
sólo deformada, en más o en menos, a los ingenuos sentidos que le<br />
conceden rango de cierta. Preguntadle si observó a los dioses como<br />
modelos antes de traerlos a la dureza del mármol; os dirá que no; que<br />
nada más su fantasía fue la preceptora.<br />
Hizo algo largamente, imputado por raro: representó lo que no vio,<br />
mucho más meritorio que representar lo que se ve. Concedamos a<br />
Platón el dudoso derecho de expulsar de su ilusorio Estado el arte<br />
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