La voz del Fray 2.0, 3 (06/2017)

CULTURA
En el scriptorium cada monje tenía una labor: las zonas más iluminadas se reservaban para los que
hacían los dibujos ( llamados miniaturistas ) , y los que escribían los textos ( copistas ) . Entre estos últimos
destacamos a los que creaban las letras que encabezaban cada capítulo ( letras capitulares ) , mucho más
elaboradas que las otras. Unos
monjes se dedicaban a coser los pergaminos ( estaban organizados en
cuadernillos ) para que no se perdieran las hojas ,y otros a preparar las encuadernaciones de los manuscritos, que
iban desde las más humildes en piel o tela, hasta las más elaboradas, en madera labrada, marfil, piedras preciosas
e incluso con alguna reliquia incrustada. Hasta el siglo XII el material utilizado para escribir los textos no era el
papel, sino el pergamino: El pergamino se hacía con la piel de un animal, generalmente ovejas, cabras o vacas.
Esta piel era tratada con cal y después lijada y
pulida para ser utilizada por ambos lados.
Un libro medieval resultaba muy costoso, no
sólo por las horas de elaboración por parte de
los monjes, sino por la cantidad de piel que se
necesitaba para hacerlo. Por ejemplo, se cree
que para hacer una Biblia se necesitaba la piel
de 300 ovejas. En la Universidad muy pocos
estudiantes podían permitirse conseguir un libro.
Los que lo compraban lo ataban al pupitre con
una cadena para evitar que alguien se lo robara.
Como era tan caro encargar un libro, muchas veces se reutilizaba: se raspaba y se escribía encima, dando lugar a
los palimpsestos.
La letra también ha ido evolucionando
a lo largo de los siglos. En la Edad Media el tipo de
letra que se escribía era la gótica, ( ver imagen
inferior ) que era muy difícil de leer por presentarse
las letras muy "apelotonadas". En el Renacimiento,
con el deseo de imitar la cultura de Grecia y Roma,
se recupera un tipo de letra más legible, más
limpia, la romana, que es la que se usa
actualmente.
SOLEDAD MARTÍN-MORENO NAVARRO
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