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Al poco tiempo, los pudimos ver<br />
con toda claridad avanzando lentamente<br />
hasta que estuvieron a unos<br />
13 metros <strong>de</strong>l portón. Entonces, Nana<br />
probó el aire con la trompa y se <strong>de</strong>tuvo.<br />
Bramó beligerante y reunió a<br />
la manada en una clásica posición<br />
<strong>de</strong>fensiva: sus traseros juntos y sus<br />
colmillos hacia fuera, como los rayos<br />
<strong>de</strong> una rueda. Se mantuvieron firmes<br />
con inexorable <strong>de</strong>terminación. Peter<br />
volaba hacia ellos, invitándolos a entrar<br />
a la reserva. Fue inútil.<br />
Entonces Peter se alejó y aterrizó.<br />
Corrió hacia mí y me pidió mi arma.<br />
“Es lo único que nos queda intentar.<br />
Subiré <strong>de</strong> nuevo y dispararé atrás <strong>de</strong><br />
ellos para obligarlos a caminar”.<br />
No me gustaba, pero Peter tenía<br />
razón. Se nos acababan las opciones.<br />
Tomó mi arma. Despegó. ¡Crac, crac,<br />
crac!, retumbaron las <strong>de</strong>tonaciones.<br />
Era como si hubiera disparado bolas<br />
<strong>de</strong> papel mojado: nada los movería.<br />
Cayó la noche y, con el brillo <strong>de</strong> las<br />
estrellas, pu<strong>de</strong> ver la silueta <strong>de</strong> los <strong>elefantes</strong>:<br />
firmes y <strong>de</strong>safiantes. Cuando<br />
Peter se fue, Nana y su exhausta familia<br />
<strong>de</strong>saparecieron entre la maleza.<br />
Un rayo <strong>de</strong> esperanza<br />
UNA VEZ MÁS me levanté a las<br />
4 a. m., impaciente por continuar<br />
la búsqueda. David y los<br />
rastreadores ya me esperaban. Las<br />
primeras astillas rosas perforaron la<br />
oscuridad; encontramos las huellas<br />
y nos dirigimos al norte. Seguimos el<br />
rastro por la maleza <strong>de</strong> espinas.<br />
Estaba claro que tratábamos con<br />
unos <strong>elefantes</strong> silvestres impre<strong>de</strong>cibles<br />
y molestos. Peter no pudo volar<br />
ese día y yo no me sacaba <strong>de</strong> la cabeza<br />
la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que pisotearían una al<strong>de</strong>a.<br />
Unos guardias <strong>de</strong> vida silvestre me<br />
contaron que, en la noche, la manada<br />
había entrado a una <strong>de</strong> sus reservas.<br />
Se dividieron en dos grupos que se separaron<br />
11 kilómetros, y luego se reunieron<br />
<strong>de</strong> nuevo. No consigo enten<strong>de</strong>r<br />
cómo lo lograron: parece imposible<br />
andar en la noche con tanta precisión,<br />
sin brújula ni radio. No cabe duda <strong>de</strong><br />
que los <strong>elefantes</strong> poseen increíbles<br />
habilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> comunicación.<br />
Cerca <strong>de</strong> don<strong>de</strong> la manada se reunió<br />
había una choza que usaban<br />
los guardias <strong>de</strong> las reservas. <strong>El</strong>los<br />
estaban <strong>de</strong>ntro, profundamente dormidos,<br />
cuando sintieron que la estructura<br />
temblaba. De pronto, se abrió<br />
la puerta y a la luz <strong>de</strong> la luna vieron<br />
serpentear una trompa. Los <strong>elefantes</strong><br />
habían olido las raciones <strong>de</strong> comida e<br />
iban a tomar su parte; es <strong>de</strong>cir, todo.<br />
Los hombres se escabulleron <strong>de</strong>bajo<br />
<strong>de</strong> las camas para protegerse: era<br />
como si una gigantesca aspiradora jalara<br />
los costales. Otras trompas irrumpieron<br />
por las ventanas y tumbaron<br />
los muebles, <strong>de</strong>strozando todo en la<br />
búsqueda <strong>de</strong> más alimento.<br />
Afortunadamente, los guardias no<br />
tomaron sus armas. Estaban <strong>de</strong>dicados<br />
a salvar animales; matar era un<br />
recurso extremo. Tan pronto como se<br />
largaron los mastodontes arrasadores,<br />
llamaron para reportar su ubicación.