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SELECCIONES <br />
hacia el norte, la dirección <strong>de</strong> su antiguo<br />
hogar, como si sus brújulas internas<br />
les indicaran algo. Me pareció que<br />
era un presagio. Me fui a la cama con<br />
un mal presentimiento.<br />
Contra el tiempo<br />
UN MARTILLEO repicaba en<br />
mi cabeza. Parpa<strong>de</strong>é y abrí<br />
los ojos. Luego oí gritos. Era<br />
Ndonga. “Los <strong>elefantes</strong> se escaparon<br />
<strong>de</strong>l boma. ¡Se fueron!”.<br />
Salté <strong>de</strong> la cama. Françoise también<br />
se <strong>de</strong>spertó. “Ya voy. ¡Espera!”,<br />
grité empujando la puerta al jardín.<br />
Ndonga, perturbado, estaba parado<br />
afuera. “Las dos más gran<strong>de</strong>s<br />
se pusieron a empujar el árbol”, me<br />
informó. “Trabajaron en equipo, lo<br />
sacudieron hasta que lo tiraron sobre<br />
la cerca. Hubo un corto y los animales<br />
salieron. Así <strong>de</strong> fácil”.<br />
“¿Qué árbol?”, pregunté.<br />
“<strong>El</strong> tamboti. <strong>El</strong> que todos <strong>de</strong>cían que<br />
era muy gran<strong>de</strong> para ser <strong>de</strong>rribado”.<br />
<strong>El</strong> árbol medía 9 metros <strong>de</strong> alto y<br />
seguramente pesaba varias toneladas.<br />
Sin embargo, Nana y Frankie <strong>de</strong>dujeron<br />
que si trabajaban juntas podrían<br />
tumbarlo. Definitivamente, estos animales<br />
eran algo fuera <strong>de</strong> lo común.<br />
La manada iba en estampida hacia<br />
la reja. Si <strong>de</strong>rribaban esa barrera, pisotearían<br />
los caseríos <strong>de</strong>sperdigados<br />
en las afueras <strong>de</strong> Thula Thula. Corrí<br />
al cuarto <strong>de</strong> David, al otro lado <strong>de</strong>l jardín.<br />
“Despierta a todos. Los <strong>elefantes</strong><br />
se escaparon. Tenemos que encontrarlos…<br />
¡pronto!”.<br />
A los pocos minutos tenía un grupo<br />
<strong>de</strong> búsqueda listo. La parte superior<br />
<strong>de</strong>l árbol se había caído. Parecía como<br />
si una división <strong>de</strong> tanques hubiera<br />
arrasado la reja.<br />
<strong>El</strong> guardia ovambo señaló el rumbo<br />
que tomó la manada. Corrimos tras<br />
ellos, siguiendo el rastro hasta los límites<br />
<strong>de</strong> la reserva. Llegamos <strong>de</strong>masiado<br />
tar<strong>de</strong>. La valla estaba <strong>de</strong>rribada<br />
y los animales prófugos.<br />
A juzgar por las huellas, los <strong>elefantes</strong><br />
llegaron a la reja <strong>de</strong> 2.5 metros <strong>de</strong><br />
alto, dieron vueltas un rato y regresaron<br />
a la reserva hasta que, increíblemente,<br />
encontraron el electrificador.<br />
Nos <strong>de</strong>sconcertó que supieran que ese<br />
pequeño e insulso dispositivo, escondido<br />
entre la maleza a 800 metros <strong>de</strong><br />
distancia, era la fuente <strong>de</strong> la corriente.<br />
Pero lo intuyeron y lo pisotearon<br />
como a una lata antes <strong>de</strong> regresar a los<br />
límites <strong>de</strong> la reserva, don<strong>de</strong> los cables<br />
estaban muertos. Entonces sacaron<br />
los postes encementados <strong>de</strong>l suelo<br />
como si fueran palillos <strong>de</strong> fósforos.<br />
Su rastro se dirigía al norte. No había<br />
duda: iban a casa, al único hogar<br />
que conocían, a casi 1,000 kilómetros,<br />
don<strong>de</strong> seguramente los matarían… si<br />
los guardias o los cazadores furtivos<br />
no los encontraban antes.<br />
Al amanecer, un conductor divisó<br />
a la manada por la carretera, a unos<br />
5 kilómetros <strong>de</strong> ahí. Vio la cerca <strong>de</strong>strozada,<br />
mantuvo la calma y nos llamó<br />
para darnos información actualizada.<br />
La persecución estaba en marcha.<br />
Apenas habíamos salido <strong>de</strong> la reserva