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SELECCIONES <br />
La selva se <strong>de</strong>sparramaba hacia<br />
el norte y se perdía en el horizonte.<br />
¿Cómo encontraríamos a los animales<br />
en aquella maleza impenetrable?<br />
Entonces volteé al cielo y pensé en un<br />
amigo mío, Peter Bell, piloto experto<br />
que, por fortuna, tenía acceso a un<br />
helicóptero. Regresé a Thula Thula a<br />
toda velocidad y lo llamé. Luego, reanudé<br />
la búsqueda entre la vegetación.<br />
Nos mantuvimos en contacto con<br />
Peter mientras él peinaba la zona y<br />
los guardabosques visitaban los caseríos<br />
preguntando a los jefes <strong>de</strong> las<br />
al<strong>de</strong>as si habían visto a los animales.<br />
La respuesta era negativa, lo cual era<br />
bueno. Nuestro mayor temor era que<br />
entraran a una al<strong>de</strong>a y pisotearan las<br />
chozas, convirtiéndolas en tapetes, o,<br />
peor aún, mataran gente.<br />
Conforme avanzábamos, encontrábamos<br />
ramas rotas o huellas <strong>de</strong><br />
elefante, indicios <strong>de</strong> que seguíamos la<br />
pista correcta. Pero tras un día largo,<br />
caluroso, seco y sin resultados, el Sol<br />
se escondió en el horizonte y nos <strong>de</strong>tuvimos.<br />
Nadie busca <strong>elefantes</strong> a tientas<br />
y <strong>de</strong> noche en una selva <strong>de</strong> espinas.<br />
Llegamos a casa enlodados y agotados.<br />
Cenamos abundantemente,<br />
nos sumergimos en una tina y caímos<br />
rendidos en la cama. Al amanecer<br />
condujimos hasta don<strong>de</strong> habíamos<br />
llegado el día anterior y nos metimos<br />
otra vez entre los arbustos espinosos.<br />
Recibimos un reporte <strong>de</strong> avistamiento<br />
<strong>de</strong> las autorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> vida silvestre.<br />
Teníamos una ubicación confirmada.<br />
Peter los encontró en la tar<strong>de</strong>.<br />
Solo hay una forma <strong>de</strong> pastorear<br />
<strong>elefantes</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el aire: volar directo<br />
hacia ellos hasta que <strong>de</strong>n media<br />
vuelta y caminen, en este caso, <strong>de</strong><br />
regreso a Thula Thula. Peter la<strong>de</strong>ó el<br />
helicóptero y <strong>de</strong>scendió, con las aspas<br />
traqueteando, directo hacia Nana, volando<br />
justo encima <strong>de</strong> su cabeza. Giró<br />
NADIE HABÍA VISTO A LOS<br />
ELEFANTES. NUESTRO<br />
MAYOR TEMOR ERA QUE<br />
PISOTEARAN UNA ALDEA<br />
O, PEOR AÚN, MATARAN<br />
A ALGUIEN.<br />
y volvió hacia ellos <strong>de</strong> nuevo. La manada<br />
llevaba 24 horas en movimiento;<br />
estaba agotada. Tuvieron que haberse<br />
alejado <strong>de</strong>l pajarraco gigantesco que<br />
zumbaba sobre ellos. No obstante, se<br />
mantuvieron firmes.<br />
Una vez más el helicóptero voló directo<br />
hacia ellos y, eventualmente, Peter<br />
los <strong>de</strong>sgastó, logrando que dieran<br />
la vuelta poco a poco hasta que por fin<br />
miraban hacia Thula Thula. Los puso<br />
en marcha usando la nave como si<br />
fuera un perro ovejero volador.<br />
En Thula Thula, los trabajadores habían<br />
pasado el día reparando la cerca.<br />
Por fin, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> horas <strong>de</strong> un tenso<br />
pastoreo aéreo, el helicóptero apareció<br />
en el horizonte. Alcancé a distinguir<br />
las orejas <strong>de</strong> los animales, luego las jorobas<br />
<strong>de</strong> sus espaldas. Lo iban a lograr.