24.11.2018 Views

Lo que aprendemos de los gatos - Paloma Diaz-Mas

Los seres humanos —piensa el gato— tienen una irremediable tendencia a entender las cosas al revés. Por ejemplo, si ven un libro que se titula Lo que aprendemos de los gatos, probablemente creerán que trata de lo que los humanos pueden aprender acerca de los gatos, para conocerlos mejor (cosa que, dicho sea de paso, tampoco estaría de más); sin embargo, para cualquiera que sea capaz de pensar con claridad, resulta evidente que Lo que aprendemos de los gatos significa otra cosa: lo que los humanos pueden aprender a partir de los gatos, es decir, lo que los gatos pueden enseñarles. Este tipo de errores se producen porque los humanos parten de la absurda creencia de que son animales superiores, cuando todo el mundo sabe que los animales superiores son los gatos. Los gatos —piensa la autora de este libro— tienen mucho que enseñarnos, pero para ello hace falta que estemos atentos y dispuestos a aprender. Son cariñosos, pero nunca sumisos, así que nos enseñan a pactar nuestra convivencia día a día. Confiados solo si sabemos ganárnoslos poco a poco, ejercitando la virtud de una conquista paciente. Domésticos e independientes, como fieras aclimatadas a nuestro hábitat. Los creemos indefensos, pero en realidad están mucho más preparados para sobrevivir que nosotros. Bajo su piel de seda se ocultan las garras de una fiera y un cuerpo atlético envidiable. Y, cuando los vemos jugar, exhibiendo su magnífica forma física, o dormir plácidamente sobre nuestro sillón favorito (sí, ese sillón donde los gatos nunca nos dejan sentarnos) envidiamos también su capacidad para vivir intensamente ese instante; sin atormentarse, como hacemos nosotros, por un pasado que ya no existe y un futuro que tal vez no llegue. Un libro que es una joya para cualquier buen lector, y desde luego absolutamente indispensable para todos los amantes de los gatos.

Los seres humanos —piensa el gato— tienen una irremediable tendencia a
entender las cosas al revés. Por ejemplo, si ven un libro que se titula Lo que
aprendemos de los gatos, probablemente creerán que trata de lo que los
humanos pueden aprender acerca de los gatos, para conocerlos mejor (cosa
que, dicho sea de paso, tampoco estaría de más); sin embargo, para
cualquiera que sea capaz de pensar con claridad, resulta evidente que Lo
que aprendemos de los gatos significa otra cosa: lo que los humanos pueden
aprender a partir de los gatos, es decir, lo que los gatos pueden enseñarles.
Este tipo de errores se producen porque los humanos parten de la absurda
creencia de que son animales superiores, cuando todo el mundo sabe que
los animales superiores son los gatos. Los gatos —piensa la autora de este
libro— tienen mucho que enseñarnos, pero para ello hace falta que estemos
atentos y dispuestos a aprender. Son cariñosos, pero nunca sumisos, así que
nos enseñan a pactar nuestra convivencia día a día. Confiados solo si
sabemos ganárnoslos poco a poco, ejercitando la virtud de una conquista
paciente. Domésticos e independientes, como fieras aclimatadas a nuestro
hábitat. Los creemos indefensos, pero en realidad están mucho más
preparados para sobrevivir que nosotros. Bajo su piel de seda se ocultan las
garras de una fiera y un cuerpo atlético envidiable. Y, cuando los vemos
jugar, exhibiendo su magnífica forma física, o dormir plácidamente sobre
nuestro sillón favorito (sí, ese sillón donde los gatos nunca nos dejan
sentarnos) envidiamos también su capacidad para vivir intensamente ese
instante; sin atormentarse, como hacemos nosotros, por un pasado que ya
no existe y un futuro que tal vez no llegue. Un libro que es una joya para
cualquier buen lector, y desde luego absolutamente indispensable para todos
los amantes de los gatos.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

la muerte escalonada. ¿Cuál será la primera pe<strong>que</strong>ña vida <strong>que</strong> se apague? Y, cuando<br />

eso suceda, ¿qué hará el otro, el gato superviviente, privado repentinamente <strong>de</strong> la<br />

presencia <strong>de</strong> su inseparable compañero? Quizás el <strong>que</strong> <strong>que</strong><strong>de</strong> vivo pase varios días<br />

buscando inútilmente al otro gato, esperando <strong>que</strong> aparezca como quien vuelve <strong>de</strong><br />

caza o <strong>de</strong> una larga correría nocturna. <strong>Lo</strong>s primeros días, se acurrucará para dormir en<br />

su lugar favorito y, en el sitio don<strong>de</strong> antes había dos <strong>gatos</strong>, entonces habrá solo uno.<br />

Quizás nosotros prodiguemos nuestras caricias, intentando ser lo <strong>que</strong> no somos: otro<br />

gato, otro compañero <strong>de</strong> juegos <strong>que</strong> sustituye al <strong>de</strong> siempre.<br />

O tal vez no, tal vez quien sobreviva se tienda indolente a <strong>de</strong>scansar sobre el<br />

territorio hasta entonces compartido, acuda al come<strong>de</strong>ro sin percibir <strong>que</strong> ahora está<br />

más lleno, <strong>que</strong> la comida dura más, <strong>que</strong> el agua no se consume tan rápidamente. Se<br />

acostumbrará a estar solo, inventará juegos con las cosas pe<strong>que</strong>ñas, sin prestar<br />

atención a <strong>que</strong> una vez esos juegos fueron compartidos con otro ser <strong>de</strong> su mismo<br />

tamaño, capaz <strong>de</strong> alcanzar <strong>de</strong> un salto las mismas alturas y <strong>de</strong> convertir en guaridas<br />

<strong>los</strong> mismos rincones, esos lugares en <strong>que</strong> nosotros, <strong>gatos</strong> <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong>s, no<br />

cabemos. La vida tal vez se imponga a la muerte con suavidad, prolongándose en una<br />

rutina renovada, apenas sin cambios. ¿Qué sabemos nosotros <strong>de</strong> <strong>los</strong> lazos <strong>que</strong> unen a<br />

estos <strong>gatos</strong> <strong>que</strong> ahora mismo se atusan mutuamente con largos lengüetazos rosados?<br />

Somos nosotros, una vez más, <strong>los</strong> <strong>que</strong>, enfermos <strong>de</strong> Razón, producimos sin cesar<br />

i<strong>de</strong>as lúgubres. El<strong>los</strong> morirán, uno antes y otro <strong>de</strong>spués. ¿O acaso nosotros les<br />

prece<strong>de</strong>remos, o entre una pe<strong>que</strong>ña muerte y la siguiente suce<strong>de</strong>rá la nuestra? Y<br />

ahora, barajando esa posibilidad entre otras, añadimos otra pe<strong>que</strong>ña angustia: ¿quién<br />

cuidará <strong>de</strong> el<strong>los</strong> si nosotros faltamos? Como si fueran bebés incapaces <strong>de</strong> valerse,<br />

olvidando una vez más <strong>que</strong> no son niños, sino adultos <strong>de</strong> otra especie, nos<br />

empeñamos en imaginar<strong>los</strong> más <strong>de</strong>pendientes <strong>de</strong> nosotros <strong>de</strong> lo <strong>que</strong> quizás son.<br />

Pero el<strong>los</strong> son inasequibles a la angustia. Su miedo dura solo un momento: el<br />

momento en el <strong>que</strong> se produce. El nuestro se prolonga en el tiempo, se arrastra en<br />

recuerdos y se proyecta hacia un futuro <strong>de</strong>sconocido e imprevisible. Mientras,<br />

acomodados en su sillón favorito, <strong>los</strong> <strong>gatos</strong> se atusan mutuamente con largos<br />

lengüetazos rosados.<br />

www.lectulandia.com - Página 57

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!