VE-45 ENERO 2019
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—¡Ah! Bueno… Pues verá el pésame a la familia no será en su<br />
domicilio, sino en la Iglesia de San Bartolomé, mañana a las siete de<br />
la tarde, tras el funeral.<br />
—¿Cómo dice? ¿Ha fallecido el señor Montalbano? ¿Cuándo?<br />
—Sí, señorita. En el día de ayer. Tras una larga enfermedad. Ya<br />
le he comunicado la hora de las exequias. Pensé que llamaba por ese<br />
motivo.<br />
—Lo siento mucho. Gracias. Muy amable.<br />
Irene colgó el teléfono aturdida. Su alegría por el hallazgo se<br />
había desvanecido. Ahora ya no entendía nada. Un cuaderno todavía<br />
por estrenar y su propietario no existía. El azar lo puso en su camino<br />
y su debate había finalizado sin tan siquiera haberse iniciado.<br />
Múltiples preguntas sin respuesta se amontonaban en su mente: ¿Qué<br />
hacía el cuaderno en su mesa de costumbre? ¿Quién lo había abandonado en<br />
dicho lugar? ¿Quién habría decidido que fuera ella su heredera?<br />
Se sentía mal, intranquila, pensando que nadie se cruza en la<br />
vida por azar, al tiempo que una gran responsabilidad se adueñaba de<br />
su persona: la de llenar el cuaderno con las palabras que ya había<br />
imaginado y que su dueño, Fernando de Montalbano, no tendría<br />
jamás el placer de gozar. Y la de construir una buena historia. La<br />
primera sería esta, la suya.<br />
Malén Carrillo (Sóller, Mallorca)<br />
http://enredadaenlaspalabras.blogspot.com.es/<br />
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