EnBajaParaWeb_Quid76
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Tema de tapa<br />
seis<br />
Herederos del bit<br />
¿Qué es una imagen hoy? Pareciera ser todo lo que existe. El presente artículo reflexiona sobre la representación<br />
de la realidad, la digitalización de la experiencia del mundo, a través de tres ejemplos cinematográficos:<br />
Cada día de Michael Sucsy, 24 cuadros de Abbas Kiarostami y El libro de la imagen de Jean-Luc Godard<br />
POR Roger Alan Koza<br />
El hijo tiene 16 años. El padre, 50. Van juntos en un auto por<br />
una carretera infinita, por la tarde, como suele mostrarnos el<br />
cine estadounidense en ese género que le es tan propio como<br />
el western, el road movie. El padre se siente conmovido por<br />
la caída del sol. El desierto intensifica el evento cósmico que<br />
encierra la llegada de la noche, transición notable que en las<br />
metrópolis sin espacios abiertos se desconoce u olvida, y que<br />
los habitantes de la ciudad experimentan, cuando pueden,<br />
en sus vacaciones. El astro del que dependemos queda en<br />
fuera de campo paulatinamente y el padre estremecido, feliz<br />
por estar con su hijo, en un viaje que intuye no se repetirá, le<br />
dice: “¡Qué hermoso atardecer!”. El hijo asiente y sin pensarlo<br />
replica: “¡Qué linda imagen!”.<br />
El diálogo filial no disimula su índole ocasional, y no parece<br />
cobijar ninguna importancia filosófica. Sin embargo, hay una<br />
distinción decisiva en el modo de referirse a una experiencia<br />
compartida. Para el padre, alguien que nació en el tiempo de<br />
la imagen analógica, ver el sol esconderse es una descripción<br />
fidedigna de lo que acontece entre el ojo y el astro, entre la<br />
luz que emite y los receptores ópticos que procesan el estímulo;<br />
para el hijo, en cambio, no. A diferencia de su progenitor,<br />
este siente que el sol ya no es el sol, sino una imagen de<br />
él. He aquí la distancia y dos tiempos de la experiencia, la del<br />
hombre analógico y la de un nuevo sujeto al que hoy llamamos<br />
millennial. Para este último, el mundo es una imagen, no<br />
una imagen del mundo. O, dicho de otro modo, la condición<br />
de posibilidad de toda experiencia se constituye a través de<br />
una imagen. No existe nada fuera de una imagen; lo que<br />
existe es imagen. Y móvil.<br />
En un film pasajero y del montón de los que se estrenan<br />
semanalmente, toda la metafísica de los millennials se glosa<br />
inadvertidamente en su potencia. En Cada día (2018), una<br />
joven que asiste al secundario siente inesperadamente una<br />
especial conexión con su novio; hablan como nunca antes lo<br />
han hecho, se entienden más allá de la conexión que sustenta<br />
la danza de las hormonas. Para la joven es una sorpresa, pues<br />
el novio de turno que parecía ser insensible y poco proclive a<br />
la reflexión puede expresarse más allá del empleo pragmático<br />
del lenguaje y la proclividad al monosílabo. Hay una escena<br />
muy hermosa que transcurre en una acuario y luego culmina<br />
en un paseo alrededor de unos árboles: los dos jóvenes se<br />
perciben profundamente unidos.<br />
Lo que parece ser el comienzo de una comedia romántica<br />
adolescente situada en el contexto de una escuela secundaria<br />
de pronto se convierte en una enigmática y quizás involuntaria<br />
introducción al platonismo en el siglo XXI. Sucede que<br />
el novio había sido espiritualmente ocupado por una entidad<br />
inmaterial que todos los días a las 11 de la mañana va transitando<br />
cuerpos distintos, una especie de “okupa” espiritual<br />
que debe introducirse diariamente en el cuerpo de otros para<br />
poder ser en el mundo. Debido a que la protagonista es lo<br />
suficientemente inteligente para poder entender, el espíritu<br />
empieza a visitarla según el cuerpo que le toque –que no<br />
elige, aunque en una ocasión consigue permanecer en un<br />
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