GONZÁLEZ LAGIER-Emociones sin sentimentalismo
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Guillermo Lariguet
hablar desde la fragilidad, la contingencia, de un momento,
con la aspiración —¿vana?— de alcanzar verdades necesarias,
en este caso, sobre un tema como la emoción.
A modo de punteo de temas, voy a proponer un “resumen”
solo de algunas de las cuestiones filosóficas más apremiantes
por las que transita la temática de la emoción. Y, al emprender
esta tarea, voy a conectar mis reflexiones con algunas tesis de
la obra prologada.
Antes que nada, coincido con Ingrid Vendrell Ferrán
(2009, p. 217) en que la temática de las emociones ni es nueva,
ni es patrimonio exclusivo de la llamada “filosofía analítica” (de
la mano de Robert Solomon, Richard Wolheim, John Deigh
o Jesse Prinz, para citar ejemplos conspicuos).
La temática no es nueva y eso está claro para el propio
González Lagier cuando cita a Aristóteles, quien habla de la
idea según la cual las emociones tienen un “objeto externo” con
el que se vinculan; idea que, como se insistirá aquí luego, desarrollarán
Brentano, Husserl, Sartre, Nussbaum y otros filósofos
contemporáneos. Así, para seguir con el ejemplo del Estagirita
—y del propio Daniel— la ira puede suscitarse respecto de la
injusticia de una acción. La injusticia de la acción viene a operar
como ese “objeto externo” al sujeto que expresa su indignación.
Sin embargo, no fue solo el primer regente del Liceo el que
expuso ideas similares, ni será el último, como veremos.
Diría que buena parte de la filosofía moral antigua es una
filosofía práctica que pone a las emociones en un centro importante
de reflexión. O bien para refrenarlas, morigerarlas, o bien
para desarrollarlas ampliamente 1 . Por ejemplo, la escuela estoi-
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En mi trabajo “La ética frente a los dilemas trágicos: guerreros, pacificadores
y cirujanos”, publicada originalmente en 2009 en la revista española
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