GONZÁLEZ LAGIER-Emociones sin sentimentalismo
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Prólogo
Ya regresaré a este punto. Ignorar la historia de la filosofía es
privarse de la posibilidad de ver cómo encajamos en el resto
de la filosofía, entender dónde estamos parados realmente
y, sobre todo, la historia filosófica, hace mucho que lo creo,
es el “lugar donde nos encontramos los filósofos de diversas
corrientes”. Voy a poner inmediatamente un ejemplo, hay
muchos desde luego, de por qué la filosofía analítica no tiene
la propiedad exclusiva sobre el tema de las emociones y por
qué considerarlo así es peligroso en los términos del peligro
recién conceptualizados. Por caso, Daniel sostiene una tesis
—que comparto totalmente— según la cual hay que pagar un
“precio” por nuestras emociones. Se trata, como se ve, de una
clara metáfora porque ayuda a ver por qué las emociones no
son “gratuitas”.
Un problema moral, quizás también epistémico, de
nuestra época, es que hay emociones que estaría dispuesto a
denominar “bobas”. La televisión basura, los reality shows,
están atiborrados de emociones que, como dice Daniel citando
a D. H. Lawrence, realmente no se sienten. Sin pretensiones
de agotar las diversas aristas de esta tesis de Daniel,
quiero mencionar dos ejemplos que no vienen de la filosofía
analítica y que, no por ello, como algunos ignorantes de la
filosofía en general pueden suponer, carezcan de claridad en
su expresión. Tengo en mente a Kierkegaard, por un lado,
y a Sartre, por el otro. Ambos son filósofos existencialistas,
aunque con diferencias internas. Mientras que Kierkegaard
es cristiano, Sartre no lo es. Empecemos por Kierkegaard (o
Vigilius Haufniensis). Una de las aportaciones al tema de las
emociones, no la única, del llamado por algunos “Sócrates
danés”, fue su tratamiento del concepto de angustia en la obra
que lleva este nombre. Efectivamente, en el Concepto de la
angustia (2018), Kierkegaard defiende que la angustia es el
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