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Catálogo La Bienal en Resistencia 2019

Catálogo La Bienal en Resistencia edición 2019

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Sabemos sus nombres:

El ejercicio de nombrar

el arte desde otras realidades

Por Diego Ventura Puac-Coyoy

El conocimiento, desde la blanquitud, representa siempre una visión con

determinadas características que surgen desde formas colonizada de pensar,

así como visiones paternalistas en estructuras que observan, cualquier

tipo de conocimiento que no sea academicista, desde una lupa, como

quien observa una granja de hormigas o presencia un experimento.

La realidad de las comunidades mayas en Guatemala, responde a extensos

procesos históricos heredados de una cosmovisión compleja e integral.

Quizá el rasgo más importante de esta cosmovisión de origen maya es, la

transversalidad: las formas en que atraviesa el cuerpo en todas sus facetas

y en todos sus momentos.

Muchos de esas formas en que nuestra mayanidad se vuelve un todo que

atraviesa nuestros cuerpos, son irracionales para la ciencia moderna y

contemporánea. Ciencia, que se preocupa por la salud, pero no por la nuestra

(como las experimentaciones con la sífilis en 1946 o la imposición actual

de las semillas transgénicas).

Evidentemente, la ciencia como la conocemos, responde a necesidades

que no son las nuestras. Esa misma ciencia, suele obviar procesos e informes

antropológicos, sociopolíticos e históricos. Esa manera en que la

mayanidad nos atraviesa el cuerpo y la mente, la historia, el amor y la economía,

es un registro viviente en todos los mayas que habitamos este territorio

y otros y que, de manera inexplicable, se convierte en una resistencia

para el “desarrollo” del mundo occidental, voraz y sin memoria.

Sabemos sus nombres es un ejercicio colectivo de preservación de la memoria

de nuestras comunidades, específicamente del territorio Maya k’iche’

de Chuwila (Santo Tomás Chichicastenango). Los procesos de educación

formal si bien nos han tecnificado para ejercer alguna profesión, no otorgan

prácticas ni fomentan el pensamiento crítico, la recordación y revisión de la

historia, a su vez que, condenan los conocimientos y prácticas ancestrales

que, aunque aún se utilizan en gran medida, no son vistos como oficios dignificantes

o bien, gozan de remuneraciones precarias dentro del mismo sistema

económico en que la educación está inmersa.

Los oficios y prácticas ancestrales poseen fuertes cargas en diferentes

campos que se complementan entre sí: espiritualidad, economía, política,

cuerpo, territorio, gozo, amor, etc. Esta interseccionalidad da paso a entender

los oficios como algo completamente necesario y complementario entre

los miembros de una comunidad y aquí, la posibilidad de nombrar el arte

desde otras perspectivas: las de los pueblos originarios.

Para La Bienal en Resistencia, Espacio/C arte contemporáneo, presentó

esta exhibición con objetos, audio, documentos, pintura y grabado, todos

de diferentes épocas y elaboradas desde diferentes comunidades culturales

y lingüísticas de origen maya. La muestra estaba cohesionada a partir

del grabado contemporáneo de Marilyn Boror Bor, del grupo Kaqchiqel de

San Juan Sacatepéquez. Dentro de los oficios enunciados, se encontraban:

músicos, tejedoras, escribanos, alcaldes, mayordomos y constructores. En

la clasificación occidental, todas estas “profesiones” están ligadas a las artes.

En el entendimiento de nuestras comunidades, son oficios que reciben

el reconocimiento por parte de las y los miembros de las quienes habitamos

un determinado espacio/tiempo y que, en determinadas ocasiones de

nuestra vida, solicitamos del talento, bien o servicio de las tejedoras o músicos

(por poner un ejemplo) y que, en todos los casos, será remunerado.

La remuneración acá es importante, ya que en recibe un nombre: Toj, que

significa pago, tributo o multa. El dinero en sí, es el mínimo valor que puede

pagarse a quien ejerce el oficio y esto es porque, la comunidad reconoce

este trabajo como parte del tejido social. Pero ¿Qué pasa con estos ejercicios

de pago/compensación en la contemporaneidad? Poco a poco, se van

diluyendo, ya que las comparaciones con licenciados o doctores son inminentes

y distanciadas. Hay ciertas comunidades mayas que anteponen un

título de nivel medio o universitario al conocimiento ancestral, otras (como

es el caso de Chichicastenango) que anteponen las actividades comercia-

“Sabemos sus nombres” por Diego Ventura Puac-Coyoy 77

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