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Edición No. 4 Revista Oopart: Terror

Editorial redactada el 17 de enero de 2021 El año 2020 estuvo repleto de eventos escalofriantes que nos lanzaron casi a la extinción de la humanidad. Fue terrorífico, especialmente en sus últimos dos meses y, aún hoy nos sigue sorprendiendo. Con esto me refiero a uno de los hechos más inverosímiles a los que nos enfrentamos: la tragedia de los lectores. Si bien tras el mes de octubre del año pasado, específicamente tras la publicación de la edición Terror de una revista digital, Oopart o algo así, conocimos historias de personas que experimentaron la presencia de voces extrañas en su habitación durante la lectura y que con el pasar de las páginas se acompañaba de una extraña incomodidad, sentirse observados y ser testigos de apariciones inexplicables en sus pantallas. Sin embargo, nada de eso se compara a lo que vino las noches siguientes y nadie habría imaginado cómo esto transformaría sus vidas. Con seguridad el tiempo nos permitirá seguir conociendo más detalles de este extraño fenómeno, solo nos queda desear que ojalá alguien les hubiera advertido sobre leer esas líneas con más prudencia.

Editorial redactada el 17 de enero de 2021

El año 2020 estuvo repleto de eventos escalofriantes que nos lanzaron casi a la extinción de la humanidad. Fue terrorífico, especialmente en sus últimos dos meses y, aún hoy nos sigue sorprendiendo. Con esto me refiero a uno de los hechos más inverosímiles a los que nos enfrentamos: la tragedia de los lectores.
Si bien tras el mes de octubre del año pasado, específicamente tras la publicación de la edición Terror de una revista digital, Oopart o algo así, conocimos historias de personas que experimentaron la presencia de voces extrañas en su habitación durante la lectura y que con el pasar de las páginas se acompañaba de una extraña incomodidad, sentirse observados y ser testigos de apariciones inexplicables en sus pantallas. Sin embargo, nada de eso se compara a lo que vino las noches siguientes y nadie habría imaginado cómo esto transformaría sus vidas.
Con seguridad el tiempo nos permitirá seguir conociendo más detalles de este extraño fenómeno, solo nos queda desear que ojalá alguien les hubiera advertido sobre leer esas líneas con más prudencia.

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20<br />

escaleras y, desde el rellano, vi cerrada la puerta del<br />

cuarto de mi papá –el reino del padre, como dice<br />

Hesse-. Inquieto y confundido, di varias vueltas en la<br />

sala tratando de hacer algún ruido, mirando la forma<br />

de sacar a mi papá de sus aposentos y contarle<br />

lo sucedido. Sin embargo, y aunque zapateaba<br />

y golpeaba las ventanas como estaba prohibido<br />

hacerlo cuando él se encontraba en casa, mi papá<br />

jamás apareció. Entonces y sin saber por qué, toqué<br />

la puerta de su cuarto con suavidad y, como en aquel<br />

maldito cuento de Hesse –Alma de niño 6 - que vuelvo<br />

a leer, hoy, en la soledad de este lugar malamente<br />

atestado de libros, entré al verlo vacío. Todo estaba<br />

en silencio y, como en el cuento, cada una de sus<br />

cosas callaba en las paredes y, sin poder entenderlo<br />

todavía y mucho menos explicarlo, el sentimiento de<br />

estar haciendo algo indebido -de ser un delincuente-<br />

me obligaba a lanzarme, a hacer algo malo: “En una<br />

bandeja había toda clase de objetos, mondadientes,<br />

plumas, alfileres,” escribe Hesse –el lobo estepario-<br />

y continúa: “Cogí dos plumas y me las metí en el<br />

bolsillo, Dios sabe por qué, ni las necesitaba ni<br />

carecía de plumas. Sólo lo hice para seguir la presión<br />

que me estaba sofocando, que me empujaba a<br />

hacer el mal, a perjudicarme a mí mismo, a cargar<br />

con la culpa”. Inexplicable como sigue siendo hoy,<br />

también revolqué en sus papeles y, ante sus retratos<br />

imponentes y bien cuidados, sentí, por un instante,<br />

esa lucha entre “el respeto profundo y la rebeldía”,<br />

entre la obediencia y la obligación de faltarle, de<br />

insultarlo, de levantarme y encarar su inmenso<br />

poder. En consecuencia, muerto del terror pero<br />

decidido, abrí el cajón donde, había visto, guardaba<br />

su dinero y tomé varias monedas y billetes que<br />

6 Aparece en El último verano de Klingsor: compendio de tres narraciones<br />

breves del <strong>No</strong>bel: Alma de niño, Klein y Wagner y El último verano<br />

de Klingsor que le da su nombre.<br />

embutí en mis bolsillos y, en mi caso, como si la mano<br />

del diablo –no la de Dios- hubiese dirigido la mía, fui<br />

por sus preciados chocolates y, al salir del cuarto con<br />

varios de ellos y de un momento a otro, corrí hasta la<br />

terraza y los arrojé junto con el dinero a los tejados<br />

vecinos: -sí, de esa forma, sin hacer ni disfrutar nada,<br />

ni un poquito de lo robado: simple y sencilla maldad.<br />

En la noche y seguro de lo que vendría, dormí con<br />

mi mamá esperando los gritos y el juicio que, uno a<br />

uno, siempre nos hacía mi papá a mis hermanas y a<br />

mí cuando nos metíamos con sus cosas pero, contrario<br />

a lo que esperaba, ni ese día ni los que siguieron<br />

escuché queja alguna. Desconcertado y, después,<br />

aliviado, le pedí llevarme a la peluquería para que<br />

me cortaran el cabello y, aunque no podía evitar<br />

mirar a sus cajones mientras se arreglaba, no me dijo<br />

una sola palabra, lo que me permitió comprender<br />

que o no lo había descubierto o, simplemente, no le<br />

importaba.<br />

El mes anterior -ya de adulto yo y él de hurañofuimos<br />

–mi mamá, mis hermanas, mis sobrinas y yoa<br />

su casa el día de su cumpleaños. Asando carne<br />

y compartiendo un par de cervezas, bajé al cuarto<br />

de chécheres en busca de tablas y desperdicios<br />

para avivar más el fuego cuando descubrí -ya no<br />

con miedo sino con alegría- un arrume de varias<br />

colecciones completas de libros de El tiempo. Avaro,<br />

los ojeé todos y luego, inventado cualquier cosa,<br />

bajé nuevamente y, en un solo arranque, metí en mi<br />

mochila un ejemplar de La divina comedia y otro del<br />

Fausto. Alegre - completamente alegre, les digo-, me<br />

hice de esos libros sin poder evitarlo como aquel día<br />

del dinero y los dulces, empero, no con el deseo de<br />

faltarle al respeto a mi papá como en ataño sino con

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