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adelante tratando de
mantener el legado artístico
y no sucumbir ante las
exigencias mercantilistas
del show business, cada
vez más fagocitado por
la compañía del ratón.
De esta forma, en 2012,
treinta años después del
estreno en cines de “El
Cristal Oscuro”, el director
francés Louis Leterrier
(“Transporter”, “Furia de
titanes”…) propone a Jim
Henson Productions
realizar una secuela de
la película. Cuán grande
sería la sorpresa de
Leterrier al ser rechazada
su propuesta ya que la
mayoría de ejecutivos de
la empresa creada por Henson… ¡no habían
oído hablar nunca de “El Cristal Oscuro”¡ Sin
embargo, finalmente en 2017 y en asociación
con Netflix, se anuncia que se produciría una
serie de diez capítulos dirigida por el propio
Leterrier basándose en el material que
Henson y Frank Oz habrían dejado en forma
de notas sobre todo lo que habría sucedido
en los acontecimientos que precedían a la
historia de la película original.
Qué decir de “El Cristal Oscuro. La era de
la resistencia”… La primera sensación que
tuve al conocer que se estaba trabajando
en ella fue una mezcla de temor y alegría.
Temor porque destrozasen el legado que la
película de Henson había dejado (de entrada
se barajó la posibilidad de hacerla toda por
ordenador, el horror). Y alegría sin duda por
la excitación de retomar aquel maravilloso
universo. Sin embargo el resultado no ha
sido el que pudiéramos esperar. Porque la
serie no solo ha conseguido estar a la altura
de la original, sino que la ha superado. Con
creces. Y es que “La era de la resistencia”
representa perfectamente cómo pueden
y deben funcionar tecnología y artesanía,
cómo se puede recrear un producto deudor
de otra época donde el producto se basaba
en un trabajo artesanal… sin desdeñar los
recursos tecnológicos al alcance. En efecto,
Leterrier consigue ahondar en la historia
original para expandirla, no solo físicamente
(a través de unos escenarios abrumadores
que van más allá de los originales) sino
también en relación a la profundidad de su
historia y a la de sus personajes. Si en la
original el arco argumental era claro (dos
jóvenes gelflins tratan de salvar el mundo
volviendo a completar el cristal oscuro), aquí
va más allá, los personajes se multiplican
y los escenarios se expanden a medida
que la acción se desarrolla. Y lo hace con
una belleza exquisita, una capacidad para
transmitir esa magia de Fra y su mundo con
una maestría absolutamente demencial:
cada detalle, cada mirada de las marionetas,
está llena de vida, de humanidad. Incluso los
terroríficos Skekses están dotados de una
complejidad y de un detalle tan impresionante
que no puedes dejar de maravillarte con
cada segundo de la serie. No puedes evitar
enamorarte de la pequeña gelflins Deet,
tan llena de dulzura (cuya voz original
corre a cargo de Nathalie Emmanuel, la
bellísima Missandei en “Juego de Tronos”),
maravillarte con las escenas de los Skekses,
tan barrocas siempre; las escenas a campo
abierto donde la tecnología de forma sutil
está a cargo de la secuencia y nunca al
revés; la forma en que las diferentes especies
terminan interactuando para trabajar por un
bien común; las criaturas que abundan en
Fra, siempre con ese sello tan Henson y tan
familiar…
Por supuesto el guion está a la altura de
la puesta en escena. Un guion que, si bien
a veces se deja ir un poco, fluye y atrapa.
Una historia que se sitúa mucho antes de
la película (en la que recordemos, solo hay
dos gelflins, Jen y Kira) donde todas las
criaturas viven según un orden establecido
que gira alrededor de los guardianes del
cristal, los venerables Skekses, dividiéndose
la población de gelflins en distintas tribus
que rinden pleitesía a dichos guardianes,
criaturas que, como sabemos, en realidad
están sedientas de poder e inmortalidad de
ahí que el Skekse científico (nada menos
que Mark Hamill poniéndole voz) terminen
aprendiendo a sustraer la esencia del resto
de criaturas para beneficio propio. Algo que
parece ser la razón por la que en la película
del 83 se ve un planeta yermo, casi vacío,
entendiendo que los Skekses terminarán por
sustraer la esencia de prácticamente todas
las criaturas de Fra, dejando finalmente
un planeta sin recursos, seco y muerto
(¿les suena la alegoría?), en oposición del
exuberante mundo que se nos presenta
en la serie. A partir del descubrimiento del
plan secreto de los Skekses, los gelflins
comienzan a volverse en contra de los
teóricos guardianes del status quo y a tomar
consciencia de la necesidad de unirse
en un objetivo común, un objetivo común
mucho más grande que todos ellos de forma
individual. Y es evidente que el mensaje
puede llegar a ser a veces un tanto infantil,
pero en ningún momento sientes estar
ante un discurso simplista, en absoluto. Al
contrario, abundan los momentos de tensión
y dureza narrativa. No se engañen, a pesar
de ser una serie de marionetas el dramatismo
argumental es tan intenso como si de una
serie con seres humanos se tratase.
Una obra maestra a la que Jim Henson
habría dado sin duda alguna su visto bueno.
javistone
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