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Rock Bottom Magazine Numero 13 Noviembre 2019

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adelante tratando de

mantener el legado artístico

y no sucumbir ante las

exigencias mercantilistas

del show business, cada

vez más fagocitado por

la compañía del ratón.

De esta forma, en 2012,

treinta años después del

estreno en cines de “El

Cristal Oscuro”, el director

francés Louis Leterrier

(“Transporter”, “Furia de

titanes”…) propone a Jim

Henson Productions

realizar una secuela de

la película. Cuán grande

sería la sorpresa de

Leterrier al ser rechazada

su propuesta ya que la

mayoría de ejecutivos de

la empresa creada por Henson… ¡no habían

oído hablar nunca de “El Cristal Oscuro”¡ Sin

embargo, finalmente en 2017 y en asociación

con Netflix, se anuncia que se produciría una

serie de diez capítulos dirigida por el propio

Leterrier basándose en el material que

Henson y Frank Oz habrían dejado en forma

de notas sobre todo lo que habría sucedido

en los acontecimientos que precedían a la

historia de la película original.

Qué decir de “El Cristal Oscuro. La era de

la resistencia”… La primera sensación que

tuve al conocer que se estaba trabajando

en ella fue una mezcla de temor y alegría.

Temor porque destrozasen el legado que la

película de Henson había dejado (de entrada

se barajó la posibilidad de hacerla toda por

ordenador, el horror). Y alegría sin duda por

la excitación de retomar aquel maravilloso

universo. Sin embargo el resultado no ha

sido el que pudiéramos esperar. Porque la

serie no solo ha conseguido estar a la altura

de la original, sino que la ha superado. Con

creces. Y es que “La era de la resistencia”

representa perfectamente cómo pueden

y deben funcionar tecnología y artesanía,

cómo se puede recrear un producto deudor

de otra época donde el producto se basaba

en un trabajo artesanal… sin desdeñar los

recursos tecnológicos al alcance. En efecto,

Leterrier consigue ahondar en la historia

original para expandirla, no solo físicamente

(a través de unos escenarios abrumadores

que van más allá de los originales) sino

también en relación a la profundidad de su

historia y a la de sus personajes. Si en la

original el arco argumental era claro (dos

jóvenes gelflins tratan de salvar el mundo

volviendo a completar el cristal oscuro), aquí

va más allá, los personajes se multiplican

y los escenarios se expanden a medida

que la acción se desarrolla. Y lo hace con

una belleza exquisita, una capacidad para

transmitir esa magia de Fra y su mundo con

una maestría absolutamente demencial:

cada detalle, cada mirada de las marionetas,

está llena de vida, de humanidad. Incluso los

terroríficos Skekses están dotados de una

complejidad y de un detalle tan impresionante

que no puedes dejar de maravillarte con

cada segundo de la serie. No puedes evitar

enamorarte de la pequeña gelflins Deet,

tan llena de dulzura (cuya voz original

corre a cargo de Nathalie Emmanuel, la

bellísima Missandei en “Juego de Tronos”),

maravillarte con las escenas de los Skekses,

tan barrocas siempre; las escenas a campo

abierto donde la tecnología de forma sutil

está a cargo de la secuencia y nunca al

revés; la forma en que las diferentes especies

terminan interactuando para trabajar por un

bien común; las criaturas que abundan en

Fra, siempre con ese sello tan Henson y tan

familiar…

Por supuesto el guion está a la altura de

la puesta en escena. Un guion que, si bien

a veces se deja ir un poco, fluye y atrapa.

Una historia que se sitúa mucho antes de

la película (en la que recordemos, solo hay

dos gelflins, Jen y Kira) donde todas las

criaturas viven según un orden establecido

que gira alrededor de los guardianes del

cristal, los venerables Skekses, dividiéndose

la población de gelflins en distintas tribus

que rinden pleitesía a dichos guardianes,

criaturas que, como sabemos, en realidad

están sedientas de poder e inmortalidad de

ahí que el Skekse científico (nada menos

que Mark Hamill poniéndole voz) terminen

aprendiendo a sustraer la esencia del resto

de criaturas para beneficio propio. Algo que

parece ser la razón por la que en la película

del 83 se ve un planeta yermo, casi vacío,

entendiendo que los Skekses terminarán por

sustraer la esencia de prácticamente todas

las criaturas de Fra, dejando finalmente

un planeta sin recursos, seco y muerto

(¿les suena la alegoría?), en oposición del

exuberante mundo que se nos presenta

en la serie. A partir del descubrimiento del

plan secreto de los Skekses, los gelflins

comienzan a volverse en contra de los

teóricos guardianes del status quo y a tomar

consciencia de la necesidad de unirse

en un objetivo común, un objetivo común

mucho más grande que todos ellos de forma

individual. Y es evidente que el mensaje

puede llegar a ser a veces un tanto infantil,

pero en ningún momento sientes estar

ante un discurso simplista, en absoluto. Al

contrario, abundan los momentos de tensión

y dureza narrativa. No se engañen, a pesar

de ser una serie de marionetas el dramatismo

argumental es tan intenso como si de una

serie con seres humanos se tratase.

Una obra maestra a la que Jim Henson

habría dado sin duda alguna su visto bueno.

javistone

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