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Rock Bottom Magazine Numero 13 Noviembre 2019

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Arthur, el protagonista de “Joker”, es un

hombre que trabaja como payaso-anuncio,

que sufre de una enfermedad psicótica que

lo empuja, en contra de su voluntad, a reírse

a carcajadas (es terrible la angustia que

provoca esa risotada nerviosa y vacía) y que,

sin embargo, es incapaz de sonreír. De hecho,

cuando se pinta como payaso usa sus manos

para gesticular una sonrisa en su rostro,

resultando más macabra que divertida. No es

Arthur lo que uno pudiera esperar como un

villano al uso ni lo que a priori puedas intuir

que vaya a devenir en un Joker como aquellos

a los que estamos habituados en cine o comic.

De hecho, la relación que tiene la historia y el

personaje con el universo de los superhéroes

es totalmente circunstancial. Si en lugar de

haberse situado en la ciudad de Gotham y con

Batman de fondo, se hubiera desarrollado en

el Nueva York de finales de los 70 sin hombres

murciélagos por medio, todo encajaría

exactamente igual, de ahí sus comentados

(por lo evidente) paralelismos con el Travis

Bickle de “Taxi Driver”. El mundo DC aquí

es, efectivamente, totalmente prescindible. Si

acaso ha servido para no dotarle de esa pátina

de dramatismo realista y social, algo que a la

vista de las reacciones y lecturas de la cinta

no se ha conseguido, ya que ese trasfondo

de crítica social que su director Todd Phillips

pudiera haber apenas esbozado, termina

cobrando más relevancia de la que uno

hubiera deseado.

La primera parte de la película es el viaje a los

infiernos de ese pobre desgraciado obligado

a hacer reír, que sueña con ser comediante

cuando es incapaz de esbozar una sonrisa.

Joaquin Phoenix hace de la interpretación de

la desesperación una obra de arte, de las que

duelen, de las que son ásperas. Las grandes

obras de arte te son incómodas y esta, vive

dios, lo es. En una ambientación asfixiante de

un Gotham sucio, caótico… Arthur es el último

escalafón de una sociedad enferma. Apenas

subsiste con un trabajo miserable gestionado

por miserables con compañeros miserables

en un entorno completamente hostil. Con

una psique que se mantiene a duras penas al

borde del abismo, termina siendo apalizado no

sólo físicamente, sino emocionalmente.

Abandonado por los servicios sociales,

por la sociedad, engañado por su madre,

vilipendiado por Thomas Wayne… Arthur

va descendiendo poco a poco en ese pozo

oscuro que es la locura del mismo modo que

su cuerpo va retorciéndose como una rama

que se va secando, como si el dolor cada vez

fuera más intenso. Es ese dolor que le hace

retorcerse a modo de danza terrorífica, una

serie de bailes, un baile sordo y aterrador,

que Phoenix nos va regalando a medida que

avanza la película y que tiene su punto álgido

en la descomunal escena de las escaleras.

Pero sobre todo en los instantes que preceden

a su salida a escena en el programa de Tv,

cuando el baile deja de ser aterrador y es

ahora liberador. Grotesco pero liberador. La

locura le hace libre una vez ha tocado fondo

y ha descubierto que la violencia lo libera.

De hecho, cuando se da cuenta que hasta

su propia madre le ha engañado, matarla

significa librarse de cualquier tipo de arraigo

con la antigua realidad de dolor. Se libra del

apego, a partir de ahí ya nada le ata para dar

rienda suelta a su psique, no hay ninguna

obligación de mantener una cordura que no es

la suya. A partir de ahí la parte final que menos

me interesa, la menos creíble o más difícil

de encajar: hacer del Joker, este Joker, un

vengador justiciero que ejemplifique la revuelta

callejera en base a una injusticia social que le

aboca a la locura.

¿Es una obra maestra? ¿Es una película

de superhéroes y/o super villanos? ¿Una

critica social? ¿Una llamada a la revolución?

Honestamente creo que es una gran película

al servicio de un Joaquin Phoenix en estado

de gracia que sabe llevar a su personaje al

extremo que realmente pide. Una película

angustiosa, con una paleta cromática

exquisita acompañada además por una

banda sonora que termina de hilvanar ese

descenso a los infiernos de Arthur. Una banda

sonora que, junto a grandes canciones de

esos ficticios 70’s, se vehicula alrededor del

trabajo compositivo de la islandesa Hildur

Guðnadóttir compositora también de la

música de la inquietante “Chernobyl”, hasta tal

punto que la hizo solo habiendo leído el guion.

Su influencia además fue tal que Phillips

decidió reproducir las piezas en las escenas

en las que esta se habría de introducir mientras

Phoenix actuaba, con el objetivo de que el

actor se dejase llevar potenciando lo sombrío

de su interpretación. Como la escena del

baile frente al espejo, una improvisación que

consigue introducirte en ese vaivén emocional

que es la psique de un enfermo mental a punto

de explotar. Realmente sublime.

Por último, ¿hay que tomarse tan en serio esta

película? ¿Alguna película, en general? En

estos tiempos tan extraños en los que vivimos

en la sobreexplotación de la información y de

la opinión, de la dictadura de lo políticamente

correcto… pretender hacer creer que este

trabajo representa una llamada a la violencia, a

la rebelión… es totalmente absurdo. Hay cientos

de películas mucho más violentas y otras tantas

con mensajes mucho más subversivos. Hacer

paralelismos entre su ascensión al altar de

la revuelta como símbolo de no sé qué, tal

y como parece indicar Michael Moore me

parece, no solo absurdo, sino además una

irresponsabilidad. Dotar de ese sentido a una

película de DC es, como digo, absurdo.

En cualquier caso, como decía al principio, es

grande que a estas alturas se sigan haciendo

películas que nos golpeen de la forma que

“Joker” lo hace y consiga hacer este séptimo

arte, eso… un arte.

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