¡Convierta sus PDFs en revista en línea y aumente sus ingresos!
Optimice sus revistas en línea para SEO, use backlinks potentes y contenido multimedia para aumentar su visibilidad y ventas.
Aquel detalle, en mis comienzos como
seguidor de la banda, me hizo ver pronto que
estaba delante de algo más que unos músicos.
Pink Floyd era un compendio de sensaciones
que trascendían lo que se podía escuchar en
los surcos de sus discos. Y aunque lleve más
de treinta años buceando entre sus trabajos
y haya leído un buen puñado de biografías,
investigando el sentido de sus portadas, el
montaje de sus giras, el exquisito diseño del
material promocional, etcétera… siempre me
queda la misma sensación que tuve aquella
iniciática tarde en la que contemplaba la
postal mientras en mi plato sonaba “Shine on
you crazy diamond”; el estar delante de un
mundo completamente inabarcable, un lujoso
festín casi infinito que tardaría años en poder
degustar, entender, asimilar. Así son los Floyd,
tan grandes que cuesta trabajo definirlos.
Esta exposición, por tanto, venía a facilitar
las cosas en cierto modo, porque pone en
perspectiva de una manera muy pedagógica
ese totum revolutum que es el mundo
floydiano. Concebida de manera cronológica,
la expo propone visitar cientos de metros
cuadrados en una muestra exhaustiva en la
que la imagen predomina sobre la música.
Armado el visitante con un set de auriculares
mágicos (lo que emiten va dependiendo del
punto en el que te encuentres), el recorrido
comienza lógicamente con la génesis de
la banda, los primeros tiempos en los que
aun eran unos perfectos teenagers ingleses
que ya desde esos tiempos tuvieron claro
dedicarse a algo más que interpretar música.
Cada disco representa un escalón en la
evolución de la banda y ya desde los primeros
escaparates que presenciamos podemos
contemplar los artificios, ropajes y tecnología
que acompañaron a los Floyd en su camino.
Así, el crecimiento de la banda desde esos
comienzos sesenteros hasta llegar a su estatus
de gigantes del rock sinfónico a mediados de
los setenta, se muestra de manera progresiva
mientras vamos contemplando todo tipo de
instrumentos, arte, material audiovisual y
demás elementos que van conformando un
recorrido que puede llevarte un buen rato en
asimilar.
A lo largo del recorrido vamos presenciando
además varios documentales que nos van
introduciendo en el universo artístico de la
banda, desde la composición de temas, hasta
la creación de clips para sus redondeados
videowalls. Asistimos igualmente a salas
con grandes murales en los que poder
observar con todo detalle el artwork de cada
disco; incluso tendremos la oportunidad de
manejar una mesa de mezclas en la que
podemos emular a Alan Parson, creando
nuestra propia mezcla de “Money”. Podemos
ver también los muñecos de la gira de “The
Wall”, los cerdos de “Animals”, el avión o las
camas de “A momentary lapse of reason”, la
figura militar en un jardín de rosas de “The
final cut”, o las figuras sin rostro trajeadas y
cubiertas de bombillas de “Delicate sound of
thunder”. Manuscritos, guitarras, drumsticks,
entradas de conciertos y un largo etcétera
de objetos completan un recorrido que es un
fascinante viaje cuyo colofón nos lleva a una
enorme sala de proyección en la que podemos
contemplar el clip original de “Arnold Layne”
y la interpretación de “Comfortably numb”
de la reunión de 2005 (yo hubiera incluido
también el “Echoes” grabado en Pompeya,
personalmente creo que es el momento
definitivo en su evolución desde la psicodelia
al rock progresivo).
En definitiva, una excepcional muestra cuya
principal virtud es destacar la inigualable
relevancia de una banda única, cuya
magnitud está por encima de cualquier
otra en cuanto a relevancia artística.
Estad atentos al próximo destino de la
exposición, si aun no la habéis disfrutado.
No lo dudéis, es una experiencia única.
50