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PRIMERO
Editorial
por javistone
OÍDOS INQUIETOS
FÉ EN EL ROCK & ROLL
Se ha celebrado recientemente en Sevilla suna entrega de premios de la Mtv Europa, una de esas
ceremonias fastuosas en la que la industria se dedica a autopromocionarse por todo lo alto. Un
espectáculo grandilocuente donde las grandes estrellas del momento se dan un baño de masas
y donde las grandes compañías apuestan por reforzar sus catálogos de artistas. No puedo evitar
caer en la nostalgia al comprobar en una imagen que anda circulando por las redes sociales y
que compara las listas de músicos nominados ahora respecto a los de hace veinticinco años. Los
comentarios de quienes comparten la imagen suelen ser catastrofistas porque, eso es evidente, la
música comercial ha degenerado de una forma que a muchos se nos escapa. En todo caso, no deja
de ser reflejo de los tiempos actuales en los que la tecnología, la inmediatez, la importancia de lo
visual… influyen sobre todos los aspectos de nuestra vida. La música no solo no se escapa de la
tendencia sino que lo lleva al paroxismo total. Donde antes habían artistas sin mayor complejidad
que su voz, una guitarra y un puñado de canciones, ahora se aglutinan decenas de componentes
(bailes, vestuarios, explosiones, coreografías…) para hacer de la canción en el siglo XXI un artificio
de entretenimiento tan intenso y excesivo como vacío y carente de profundidad artística. Y antes de
caer en el lamento, reconozco que no tengo ningún problema con eso. El consumo de música popular
siempre ha sido así, en mayor o menor medida, productos pensados para el divertimiento rápido y
superficial y tiendo a pensar muchas veces que lo realmente sorprendente fue que disfrutamos de
aquel periodo en concreto en el que la popularidad y la calidad se dieron la mano de forma temporal.
Hace mucho que dejé de pensar que las radiofórmulas o las cadenas de Tv debían ser los referentes
musicales de mi día a día. En realidad, la música que supone mi sustento, cuanto más lejos de las
putrefactas zarpas de la industria… mejor. Es inevitable ver estos días casos como los de Gluecifer,
que vuelven por todo lo alto reventando salas y haciéndonos felices durante unas horas… o ver a
unos jovencísimos Surya o Whip Shock, que exhuman juventud, talento y la arrebatadora pureza
de espíritu de quien hace lo que le dicta su corazón. O esos 091, ejemplo de cómo la industria
puede hacerte caer y sin embargo el tiempo termina poniéndote en su sitio, como ha sido su caso
regresando tras más de veinte años con un disco ejemplar. Y todos ellos al margen de esa industria
de coreografías, plataformas y confeti. No, esos artistas de autotune y bailes imposibles están
bien donde están, lejos de nuestra atención. De nosotros depende que nuestros artistas y músicos
favoritos sean capaces de seguir cumpliendo sus sueños y endulzando los nuestros a través de sus
canciones, sus discos y sus actuaciones.
Porque la música, la de verdad, nunca morirá.
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