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REVISTA-CONEXXION EDICIÓN 25

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Internacional

The Code Breaker explica la

disputa de propiedad intelectual

que existe en torno a

CRISPR, pero también explica

muchos otros aspectos

internos del funcionamiento

de la ciencia, sobre todo en

Estados Unidos

También aparecen en el libro, de pasada y entre

muchos otros, como en un desfile de genios:

Francis Collins, que astutamente ha

sobrevivido de gobierno en gobierno como

jefe de los Institutos Nacionales de Salud de

Estados Unidos; David Baltimore, un premio

Nobel que en 1975 ayudó a organizar la primera

reunión científica sobre la ética de la ingeniería

genética, y Anthony Fauci, consejero

de siete presidentes estadounidenses en materia

de enfermedades infecciosas. El libro

contiene también un perfil positivo de James

Watson, una celebridad que ha caído en desgracia,

codescubridor de la estructura del ADN

y fundador del Proyecto del Genoma Humano,

pero que ya no es bien visto en los círculos

decentes porque hizo unos comentarios desafortunados

sobre las relaciones entre la raza

y la inteligencia.

The Code Breaker explica la disputa de propiedad

intelectual que existe en torno a CRISPR

(por eso es una lectura fascinante para abogados

interesados en los temas de propiedad

intelectual), pero también explica muchos

otros aspectos internos del funcionamiento

de la ciencia, sobre todo en Estados Unidos.

Recordemos que Isaacson fue director de la

revista Time y presidente de CNN, es el autor

de aplaudidas biografías, como la de Steve

Jobs y la de Leonardo Da Vinci, además, es

profesor de historia en la Universidad de Tulane;

por lo tanto, está ubicado en el corazón

del centro del núcleo de la élite científica y mediática

de uno de los países más poderosos

de la tierra. Su libro brilla con los nombres de

los grandes y buenos del mundo científico: allí

aparece Eric Lander, con un rol frecuentemente

muy central, pues hasta hace poco era el

jefe del Instituto Broad, ubicado en Cambridge

(Massachusetts), y acaba de ser nombrado

consejero científico principal del presidente

Joe Biden; también aparece George Church,

el excéntrico brillante de Harvard que aspira

a revivir los mamuts, y quien fue el supervisor

de Feng Zhang en su doctorado. Zhang, por

su parte, fue el primero en probar la tecnología

CRISPR en células humanas.

Y aquí es donde la cosa se pone interesante.

Cierto es que casi todo el mundo coincide

con la Academia Sueca en que estas dos mujeres,

Doudna y Charpentier, son las principales

inventoras del método de edición CRISPR

y, por lo tanto, se merecían el Nobel de Química

que les confirieron en el 2020, aunque

tuvieron la ayuda de mucha gente y se beneficiaron

del trabajo de muchas otras personas.

Sin embargo, existen algunos disidentes que

quieren compartir la gloria, y especialmente,

que quieren compartir las patentes. La doctora

Doudna y la doctora Charpentier trabajaron

con bacterias, pero muchas de las aplicaciones

de CRISPR operarán sobre criaturas más

complejas, como por ejemplo los seres humanos.

En este punto aparece el ya mencionado

Feng Zhang del Instituto Broad. En consecuencia,

los abogados del Broad han activado

una disputa contra los de la Universidad de

California, en Berkeley, donde trabaja la doctora

Doudna, y contra los representantes de

la doctora Charpentier, donde la cuestión a resolver

es cuáles solicitudes de patentes dan

derecho a qué cosas.

Esta reseña se refiere solo a The Code Breaker,

pero no perdamos de vista que existen otros

libros, quizá más rigurosos desde el punto de

vista científico, sobre el mismo tema. El libro

Conexxión • Número 25

145

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