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REVISTA-CONEXXION EDICIÓN 25

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Economía

llo Económicos (OECD) 1 . De manera tal que,

cuando hablamos de innovación, tenemos

sustento para decir que hablamos de un elemento

importante para el crecimiento de las

economías y, de igual forma, para las condiciones

de vida de sus habitantes 2 . Es decir,

no se innova por innovar, se innova

buscando un impacto en la vida de los

ciudadanos.

El descuido al que me refería previamente

no era porque no ponderemos

este impacto, sino por lo que pareciéramos

creer que es importante a

la hora de innovar. La innovación más

que una estrategia es una actitud. En

consecuencia, la innovación no proviene

de los foros, las presentaciones en Power-

Point ni necesita de laboratorios o salones

de colores llenos de estímulos visuales. Tampoco

depende de la edad de las empresas, en

el trabajo ya citado se observa cómo la innovación

proviene de una mezcla de firmas “jóvenes”

y “viejas”. Finalmente, la innovación no

se refiere exclusivamente a temas de alta sofisticación

tecnológica: añadir un rociador a

una botella de alcohol antiséptico no requirió

de tecnología digital y, sin embargo, miren

cómo nos facilitó la vida en pandemia. El problema

es que, aunque suene a poco, la innovación

depende crucialmente de las ganas.

Estas ganas se tienen que medir fuerzas contra

el miedo, porque el cambio normalmente

produce algo de miedo. De hecho, en alguna

medida, la innovación se alimenta de él por-

1 El gráfico se puede observar en la presentación del panel

de discusión Technology, Innovation and the Future

of the US Economy, 2019, con la participación de Amit

Serú, Edward Lazear, y Stephen Haber, moderados por

Jonathan Levin, en el segmento de la presentación introductoria

de Lazear.

2 En el caso colombiano, la discusión del salario mínimo

introduce complejidades en la relación entre productividad

y remuneración, pero, en cualquier caso,

una mejor productividad sustentaría que los incrementos

del salario mínimo por encima de la inflación esperada

fuesen más sostenibles.

La innovación se alimenta

del miedo, porque la

tensión entre el entusiasmo

y el temor trae en muchos

casos resultados virtuosos

que la tensión entre el entusiasmo y el temor

trae en muchos casos resultados virtuosos.

Sin embargo, si lo que prevalece es el miedo,

no va a haber innovación, no importa en cuántos

discursos la incluyamos ni cuán llamativos

sean los letreros con los que rotulamos

los vidrios esmerilados en las empresas.

Ese miedo tiene muchas formas de existir y

mi reflexión de hoy se centra en una que contamina

nuestra cotidianidad. Si existiese alguna

característica que abarcara a nuestra

sociedad sin distinción de género, clase, geografía

o etnia, es la de ser desconfiados. Es

de alguna manera uno de aquellos regalos de

nuestra cultura. Regalo universal y envenenado.

La desconfianza nos ha hecho una sociedad

temerosa, que evalúa primero el riesgo

que la oportunidad, que lamenta más la pérdida

que lo que celebra la ganancia, una sociedad

que se aferra con fuerzas a lo que tiene y

no lo suelta a pesar de que eso le impide buscar

lo mucho que quiere.

Conexxión • Número 25

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