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Economía
llo Económicos (OECD) 1 . De manera tal que,
cuando hablamos de innovación, tenemos
sustento para decir que hablamos de un elemento
importante para el crecimiento de las
economías y, de igual forma, para las condiciones
de vida de sus habitantes 2 . Es decir,
no se innova por innovar, se innova
buscando un impacto en la vida de los
ciudadanos.
El descuido al que me refería previamente
no era porque no ponderemos
este impacto, sino por lo que pareciéramos
creer que es importante a
la hora de innovar. La innovación más
que una estrategia es una actitud. En
consecuencia, la innovación no proviene
de los foros, las presentaciones en Power-
Point ni necesita de laboratorios o salones
de colores llenos de estímulos visuales. Tampoco
depende de la edad de las empresas, en
el trabajo ya citado se observa cómo la innovación
proviene de una mezcla de firmas “jóvenes”
y “viejas”. Finalmente, la innovación no
se refiere exclusivamente a temas de alta sofisticación
tecnológica: añadir un rociador a
una botella de alcohol antiséptico no requirió
de tecnología digital y, sin embargo, miren
cómo nos facilitó la vida en pandemia. El problema
es que, aunque suene a poco, la innovación
depende crucialmente de las ganas.
Estas ganas se tienen que medir fuerzas contra
el miedo, porque el cambio normalmente
produce algo de miedo. De hecho, en alguna
medida, la innovación se alimenta de él por-
1 El gráfico se puede observar en la presentación del panel
de discusión Technology, Innovation and the Future
of the US Economy, 2019, con la participación de Amit
Serú, Edward Lazear, y Stephen Haber, moderados por
Jonathan Levin, en el segmento de la presentación introductoria
de Lazear.
2 En el caso colombiano, la discusión del salario mínimo
introduce complejidades en la relación entre productividad
y remuneración, pero, en cualquier caso,
una mejor productividad sustentaría que los incrementos
del salario mínimo por encima de la inflación esperada
fuesen más sostenibles.
La innovación se alimenta
del miedo, porque la
tensión entre el entusiasmo
y el temor trae en muchos
casos resultados virtuosos
que la tensión entre el entusiasmo y el temor
trae en muchos casos resultados virtuosos.
Sin embargo, si lo que prevalece es el miedo,
no va a haber innovación, no importa en cuántos
discursos la incluyamos ni cuán llamativos
sean los letreros con los que rotulamos
los vidrios esmerilados en las empresas.
Ese miedo tiene muchas formas de existir y
mi reflexión de hoy se centra en una que contamina
nuestra cotidianidad. Si existiese alguna
característica que abarcara a nuestra
sociedad sin distinción de género, clase, geografía
o etnia, es la de ser desconfiados. Es
de alguna manera uno de aquellos regalos de
nuestra cultura. Regalo universal y envenenado.
La desconfianza nos ha hecho una sociedad
temerosa, que evalúa primero el riesgo
que la oportunidad, que lamenta más la pérdida
que lo que celebra la ganancia, una sociedad
que se aferra con fuerzas a lo que tiene y
no lo suelta a pesar de que eso le impide buscar
lo mucho que quiere.
Conexxión • Número 25
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