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encendiendo-la-llama-del-ecologismo-revolucionario

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supimos que esas no eran sus verdaderas intenciones. Varios barcos de los Guarda<br />

Costas rodearon nuestra barca, y a continuación una pequeña flota de Zodiacs se dirigió<br />

a toda velocidad hacia nosotros. Los hombres de <strong>la</strong>s zodiacs evidentemente no eran<br />

Guarda Costas. Llevaban cazadoras negras bril<strong>la</strong>ntes en <strong>la</strong> que podía leer en <strong>la</strong> parte de<br />

<strong>la</strong> espalda “Agentes federales”. Uno de ellos subió a nuestra barca y me entregó una<br />

citación para que compareciese ante el Gran Jurado Federal de Pórt<strong>la</strong>nd.<br />

A pesar de que no me causaron muchos más problemas aquel día, mi amiga Erin Abbot<br />

fue arrol<strong>la</strong>da por una zodiac mientras intentaba mantener a los cazadores alejados de su<br />

presa. Le partieron un omóp<strong>la</strong>to por <strong>la</strong> mitad y le rompieron varias costil<strong>la</strong>s, <strong>la</strong>s hélices<br />

de <strong>la</strong> embarcación le pasaron a unas pocas pulgadas de <strong>la</strong> cabeza, por lo que estuvo a<br />

punto de morir. En lugar de ayudar<strong>la</strong>, los Guarda Costas que <strong>la</strong> habían arrol<strong>la</strong>do dejaron<br />

que se quedase en el agua 5 minutos hasta que l<strong>la</strong>maron a un helicóptero. Por supuesto<br />

nunca nadie les dijo nada a los Guarda Costas, pero nosotros no olvidaremos <strong>la</strong> valentía<br />

de nuestra amiga.<br />

Cuando aquel<strong>la</strong> noche regresamos a tierra l<strong>la</strong>mé al Portavoz <strong>del</strong> E.L.F. (1), Craig<br />

Rosebraugh. Graig y yo nos conocíamos desde hacía años, y en aquel entonces le<br />

habían mandado comparecer ante “Grand Juries” (“Grandes Jurados”) en repetidas<br />

ocasiones. Me explicó que los Grandes Jurados eran investigaciones que llevaba a cabo<br />

el fiscal federal. Una vez que se le manda comparecer ante el Gran Jurado, un testigo no<br />

tiene ninguna protección frente a <strong>la</strong> auto-incriminación, no tiene derecho a que esté<br />

presente su abogado, no tiene derecho a saber <strong>la</strong>s pruebas que se presentan contra él, y<br />

no tiene derecho a permanecer en silencio. Los Grandes Jurados pueden encarce<strong>la</strong>r a<br />

alguien durante 18 meses sin demostrar que es culpable de ningún crimen.<br />

Craig acordó que se ocuparía de hab<strong>la</strong>r con los periodistas acerca de mi petición de<br />

comparecencia si ellos lo pedían, y que me ayudaría a encontrar algún sitio donde<br />

quedarme en Pórt<strong>la</strong>nd. Dejé <strong>la</strong> campaña contra <strong>la</strong> caza de ballenas y me dirigí al sur<br />

para encontrarme con otros activistas y decidir como me <strong>la</strong>s apañaría con el Gran<br />

Jurado. Un día, en el que estaba viviendo en <strong>la</strong> casa de algunos amigos en San Franciso<br />

que convivían con dos pit bulls, me quedé mirando a los perros. Estaban rompiendo<br />

todo lo que encontraban a su paso mientras jugaban a pelearse entre ellos, entonces<br />

pensé en lo afortunados que eran de vivir en un lugar donde se les respetase, en lugar de<br />

estar en un <strong>la</strong>boratorio de vivisección, en un criadero de perros, o en un sangriento<br />

estadio donde tuviesen que pelear. Me dio un vuelco al corazón y salí fuera. No puedo<br />

explicar qué es lo que realmente me impulsó a hacerlo, pero le prendí fuego a <strong>la</strong> citación<br />

de comparecencia ante el Gran Jurado y escupí sobre <strong>la</strong>s cenizas.<br />

Al día siguiente escribí una carta abierta al Movimiento por <strong>la</strong> Liberación Animal y de<br />

<strong>la</strong> Tierra en <strong>la</strong> que explicaba que jamás daría información a los fiscales sobre nuestra<br />

lucha, y que ni siquiera tenía intención de presentarme a <strong>la</strong> citación. La mañana en <strong>la</strong><br />

que estaba programada mi comparecencia, Craig leyó mi carta a <strong>la</strong>s 100 personas que se<br />

habían concentrado a <strong>la</strong>s puertas <strong>del</strong> Edificio Federal de Port<strong>la</strong>nd para apoyarme. Los<br />

periodistas me dec<strong>la</strong>raron un “fugitivo anarquista”. Pensé que era gracioso, ya que no<br />

me estaba escondiendo y estaba viviendo en <strong>la</strong> misma dirección que el F.B.I. había<br />

estado vigi<strong>la</strong>ndo por última vez. Transcurrieron los meses sin ningún incidente y pensé<br />

que quizás los federales habían considerado que no les valía <strong>la</strong> pena invertir tanto<br />

tiempo en mí.<br />

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