BienMeSabe.orgPero vayamos a la tar<strong>de</strong> en la que Pedrito me regaló su secreto. La tar<strong>de</strong> en quecontribuimos a precipitarlo todo. No sé por qué pero recuerdo la luminosidad <strong>de</strong> ese día.Debíamos encontrarnos en marzo pero tanto la luz, como el color azul <strong>de</strong>l cielo, parecíanmás propios <strong>de</strong>l verano. Pedrito vino a buscarme a casa a la hora en que los mayores jugabana la siesta. Nos dirigimos al campo base, al lugar que siempre ejercía <strong>de</strong> punto <strong>de</strong> juegosy reuniones. La gran piedra. Caminaba <strong>de</strong>spreocupado, camino conocido. Sin embargo,cuando estábamos a punto <strong>de</strong> alcanzar nuestro tótem, Pedrito paró en seco y me dijo:¿Recuerdas que te iba a enseñar algo? Pues hoy te lo voy a enseñar. Tenemos que seguiren esta dirección. Señaló un pequeño sen<strong>de</strong>ro algo polvoriento que continuaba a la <strong>de</strong>recha<strong>de</strong> la gran piedra. Lo tomamos. A medida que avanzábamos el camino se estrechaba y seempezaba a ver invadido por hierbajos y pequeños arbustos. El sen<strong>de</strong>ro, ya muy <strong>de</strong>sdibujadoe intermitente, empezó a discurrir por el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l barranco. El miedo, en algunos tramos,ante la visión <strong>de</strong>l abismo que se precipitaba hasta el fondo <strong>de</strong> la cuenca, se mezclaba con laexcitación en la antesala <strong>de</strong> lo <strong>de</strong>sconocido. A veces pienso que toda mi vida ha procuradorepetir sensaciones como aquella. Cuando habíamos recorrido un largo trecho, el camino<strong>de</strong>sapareció por completo y empezamos a trepar entre salientes y peñascos.Todavía trepamos y escalamos unos veinte o treinta minutos más, hasta llegar aun pequeño balcón en el que podíamos movernos los dos no sin cierta dificultad. Justo enel extremo <strong>de</strong>l saliente más pegado al risco unas ramas secas cubrían un orificio irregularque en su parte más ancha no medía más <strong>de</strong> medio metro <strong>de</strong> altura, <strong>de</strong>jando entrever unahabitación <strong>de</strong> roca en su interior. Se trataba <strong>de</strong> una cueva, sin duda natural, que en aquelmomento no tendría más <strong>de</strong> seis o siete metros cuadrados. Recuerdo que me sorprendió elsuelo, como <strong>de</strong> tierra prensada, parecía distinto al resto <strong>de</strong>l terreno, como si lo hubieranaplanado artificialmente. Pedrito, como si no quisiera profanar el silencio <strong>de</strong> la cavidad,me indicó con su mano que lo siguiera hasta el fondo <strong>de</strong> la cueva. La apertura <strong>de</strong> entrada yla posición solar a aquella hora <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> permitían ver con una claridad aceptable. Vas aver -me dijo-. Rudimentariamente, con sus propias manos, comenzó a cavar. Al cabo <strong>de</strong> unminuto empezó a emerger <strong>de</strong> la tierra una formación <strong>de</strong> un color notablemente más oscuro,más dura que la tierra que la ro<strong>de</strong>aba, que poco a poco se fue convirtiendo en una pieza <strong>de</strong>vajilla, <strong>de</strong> barro, distinta <strong>de</strong> las que teníamos en casa en aquella época, tosca, lóbrega. Alcabo <strong>de</strong> un rato, había <strong>de</strong>scubierto todo el lateral <strong>de</strong> una vasija y pudimos contemplarla ensu integridad. Se trataba <strong>de</strong> un recipiente <strong>de</strong> unos treinta centímetros <strong>de</strong> alto, que a unos trescuartos <strong>de</strong> su altura estaba <strong>de</strong>corado con dos rayas horizontales en cuyo interior se dibujabanunos triángulos apuntando a la parte superior o boca <strong>de</strong> la vasija. Tanto las líneas como lostriángulos <strong>de</strong> su interior parecían realizados con esfuerzo pero sin precisión, como por unniño. La cerámica, a diferencia <strong>de</strong> la actual, era <strong>de</strong> un color marrón muy oscuro, casi negro.Dejó a un lado la vasija, y tras cavar un poco tres o cuatro centímetros a la <strong>de</strong>recha<strong>de</strong>scubrió un fragmento <strong>de</strong> hueso, <strong>de</strong> unos diez centímetros <strong>de</strong> largo, muy afilado en uno <strong>de</strong>sus extremos, con un gran orificio en el otro extremo. Sin duda había sido utilizado comoaguja, como ruda herramienta para coser pieles.En don<strong>de</strong> quieras que escarbe aparecen cosas como éstas, dijo Pedrito mirándomefijamente a los ojos por primera vez aquella tar<strong>de</strong>. Yo todavía seguía impactado por aquelmensaje <strong>de</strong> otro tiempo. Impresionado como pocas veces lo he vuelto a estar en mi vida, sinconocer en absoluto las aristas <strong>de</strong>l valor <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scubrimiento, pero percibiendo, en el fondo,la existencia <strong>de</strong> un mensaje especial, valioso, una carta abierta <strong>de</strong> otro tiempo, un juegoinacabado a través <strong>de</strong> los siglos.Fue nuestro secreto durante semanas, nuestro pequeño gran tesoro <strong>de</strong> verdad.¿Cuántos niños habían soñado con algo parecido? Fue nuestro erario sin joyas preciosas,<strong>de</strong>l que sólo sabíamos que <strong>de</strong> una u otra forma era maravilloso, secreto y particular. Por esomismo nunca supe por qué Pedrito contó nuestro secreto en su casa. Lo único cierto es que20
I <strong>Concurso</strong> <strong>de</strong> <strong>Textos</strong> <strong>Canarios</strong><strong>de</strong>spués vino todo aquello <strong>de</strong>l precinto, el guardia municipal, el alcal<strong>de</strong>, los estudiosos y<strong>de</strong>más. También vino la audiencia en la que según dijeron el alcal<strong>de</strong> agra<strong>de</strong>ció públicamentea Pedrito el <strong>de</strong>scubrimiento. Es ese tiempo, el mismo que hayamos oculto bajo la tierraapretada, el que, tras reflexiones solitarias <strong>de</strong> tar<strong>de</strong> en tar<strong>de</strong>, me ha llevado a creer habersentido más disgusto por ver mancillado nuestro secreto que envidia al no formar parte <strong>de</strong>unos agasajos <strong>de</strong> los que sin duda no era merecedor.Pedrito y yo fuimos amigos durante algún tiempo más. Luego mis padres setrasladaron al pueblo gran<strong>de</strong> y sólo nos hemos cruzado frases <strong>de</strong> cortesía cuando el azar loha hecho inevitable. De todas formas, nuestra amistad había quedado moribunda una tar<strong>de</strong><strong>de</strong> marzo. Hoy pienso que las experiencias vividas aquellos días empequeñecieron el resto<strong>de</strong> las cosas que tendría que atesorar nuestra niñez. El episodio no sólo hirió una amistad,también golpeó por primera vez mi inocencia. Yo no pregunté. Nunca, durante los rescoldos<strong>de</strong> nuestra amistad infantil, volvimos a mencionar el pequeño gran <strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong>ltesoro que los guanches habían escondido, tal vez pensando en dos niños <strong>de</strong>l futuro cavandoen una cueva en penumbra.Las fotografías son <strong>de</strong> Jorge Adán Pais Lorenzo.21