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I Concurso de Textos Canarios

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I <strong>Concurso</strong> <strong>de</strong> <strong>Textos</strong> <strong>Canarios</strong>mucho, cuando aún vivían gentes en los alre<strong>de</strong>dores. Ahora todo ha cambiado y el vacíoles cerca, y los tres conviven cuidándose mutuamente como Dios dispuso.La mujer retoma el sen<strong>de</strong>ro embarrado, <strong>de</strong>jando atrás, entre sombras, la ermita queel santero se apresura a cerrar, como si el Santo pudiera escaparse. Cardosa aguarda juntoa la cuadra a que le abran la puerta. El agua golpea. La noche se ha echado encima comola niebla, dificultando el camino cada vez más empinado y paralelo al precipicio, tras elcual se oye bramar al mar. El coche ascien<strong>de</strong>, igual que el aguacero y el sonido <strong>de</strong> lasolas; sopla el viento y sus silbidos se mezclan con extraños gritos que parecen relinchos.No hay posibilidad <strong>de</strong> volver, y la mujer sigue el camino indicado. Muy <strong>de</strong>spacio, avanzapor el sen<strong>de</strong>ro. Se oye cada vez más cercano el romper <strong>de</strong>l agua contra las rocas. Nopue<strong>de</strong> continuar; tiene miedo y teme caer por el acantilado que intuye allí mismo. Parael motor y escucha. La lluvia le impi<strong>de</strong> ver qué hay tras los cristales. Se reprocha el nohaber aceptado la invitación <strong>de</strong>l viejo para pasar la noche. Es imposible la vuelta atrás,está paralizada contra el asiento. Aprieta los párpados y agudiza el oído. Oye el mar, yextraños sonidos cada vez más cercanos. Abre los ojos y se ahoga en un grito silencioso alnotar, muy cerca, el golpear <strong>de</strong> cascos. Apenas unos instantes y los ruidos se transformanen caballos que ro<strong>de</strong>an el coche, marcando el camino por don<strong>de</strong> <strong>de</strong>be seguir. Al frente<strong>de</strong> todos, apenas visible por la niebla y la lluvia, cree ver un jinete dirigiendo la manada.Amaneció soleado el nuevo día.Julián vuelve al quehacer diario <strong>de</strong> la nada. Se dirige hacia la cuadra, don<strong>de</strong> layegua suele esperar nerviosa a que le abra la puerta; hoy se remueve perezosa entre la pajaantes <strong>de</strong> levantarse, haciendo reír al hombre la actitud <strong>de</strong>l animal, tan joven y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>una noche <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso.Como siempre, pasan ante la ermita y el santero, <strong>de</strong> buen humor por la pereza <strong>de</strong>Cardosa, se asoma a dar los buenos días al Santo. Extrañado retira la cabeza, riéndose atodo reír al pensar que es cosa <strong>de</strong> viejo ver e imaginar la túnica <strong>de</strong> la imagen con aspecto<strong>de</strong> estar empapada, como si San Antonio <strong>de</strong>l Monte hubiera pasado la noche fuera.69

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