Introducción - Municipalidad de Tucapel

Tucapel El Nuevo. La Otra Frontera – Tulio González Abuter
juegos, las diversiones y el comercio. Por ello es que no duda en informar a la corte que
casi todas las murallas se encontraban en pésimo estado, los alojamientos inhabitables y
“esto con la falta de paga ha sido causa para que los jefes hayan permitido a los soldados
que residan en sus estancias a 10 ó 12 leguas de distancia sin asistir jamás a sus plazas por
no haber cubierto en ellas donde guarecerse de las lluvias”. Respecto de la disciplina
agregaba que es “tan estragada que solo practican poner un perro por costumbre en el
cuerpo de guardia”. Es decir, la idea de fortalezas inexpugnables constantemente asediadas
por los mapuches es solo parte de la mitología de la Guerra de Arauco. El gobernador era
un hombre pragmático que prefería usar los recursos del escuálido erario real en obras
públicas. Pero mantener los fuertes de la frontera no solo era una cuestión de finanzas.
Después de constatar la pobreza del erario y las enormes dificultades de traslado de
milicias y pertrechos a la zona de guerra, el gobernador se dirige a la Real Audiencia el día
20 de julio para informar de la situación y pedir ayuda. Luego de dar cuenta de los sucesos
señala que siente verse en la obligación de hacer tantos gastos con cargo a las cajas reales,
“y hallándome con tan cortísimo número de gente pagada, sin armas, sin cuerda, mecha, ni
plomo, pues el que vino de Santiago ha salido ser escoria y arena inservible, y otras cosas
precisas”. Ese mismo día recibe la noticia que los mapuches han comenzado a sitiar el
fuerte de Tucapel. Purén ya se hallaba en la misma situación.
Pero antes de estos hechos, mientras arreciaban las lluvias sobre el sur de Chile,
Cano de Aponte preparaba su estrategia. Reunidos en la capital del sur en junta de guerra
en casa del gobernador, el día 3 de junio, el obispo de Concepción Juan de Nicolalde, los
padres de la Compañía de Jesús Diego de Amaya y Jorge Olivar; el teniente coronel Rafael
de Eslava, quien había sido hasta hace poco gobernador de Valdivia; los maestres de
campo Manuel de Salamanca, Pedro de Córdoba y Figueroa y Manuel Cabrito; el
licenciado Juan Rosales, auditor general del ejército; José Arze y Soria, Corregidor de
Concepción; Juan Fermín Montero de Espinoza, veedor general; Sebastián de Mandioca,
sargento mayor; José de Roa, alcalde ordinario; Pedro Robina, contador de la Real
Hacienda; los comisarios generales José Arias, Tomás Izunsa y Miguel de Ulloa; los
capitanes Pedro López de Asencio, Juan del Pozo y Juan Ventura del Arma y Castilla.
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