LOS DESEOS DE CAMBIO, O - Margarita Pisano
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Las personas somos un conjunto armónico e interconectado: miramos,<br />
oímos, sentimos, nos movemos para mirar. Nuestro cerebro, nuestra<br />
capacidad de pensar y de sentir están en nuestro cuerpo, son parte de<br />
él. Si estamos fraccionados en espacios estancos -cuerpo/mente/alma-<br />
perdemos a este sistema informante que es nuestro cuerpo, perdemos<br />
la pista, nos desorientamos. Entender nuestros cuerpos sexuados y<br />
nuestras diferencias debería llevarnos a entendernos y aceptarnos<br />
como sistemas informantes con lógicas diferentes. Un cuerpo varón<br />
tiene una experiencia diferente de la vida que un cuerpo de mujer.<br />
La experiencia de vida de la mujer es nacer, tener la potencialidad y la<br />
memoria de la maternidad (sea ejercida o no) y morir. Tenemos la<br />
vivencia cotidiana de la menstruación que marca nuestras vidas con<br />
ciclos mensuales, con procesos hormonales, con períodos de<br />
sensibilidades diferenciadas; con la vivencia concreta de soltar el<br />
óvulo, sangrar e iniciar nuevamente el proceso. Nuestro cuerpo está<br />
constantemente en procesos cíclicos de cambios y desprendimientos.<br />
Esta vivencia real nos tendría que llevar a construir una cultura con<br />
una lógica y una razón cíclica y abierta, que no deberían<br />
contraponerse a la ciclicidad de la naturaleza y de la vida.<br />
La experiencia de vida del varón está mucho más marcada por el<br />
nacer y el morir. Signado por la polaridad del nacer y morir su lógica<br />
es lineal y proyectiva. Alejado de la ciclicidad de la vida y su<br />
sabiduría, el varón ha construido desde su "razón" una cultura basada<br />
en el dominio sobre el complejo sistema de la ciclicidad. Esta es en<br />
parte una de las razones por la cual el acceso al poder no rompe la<br />
incomodidad que sentimos las mujeres dentro de esta cultura.<br />
Al legitimar la experiencia corporal del varón la cultura patriarcal crea<br />
la idea de un Dios-Hombre único, sobre todas las cosas: lo masculino<br />
es lo creador y lo femenino es la naturaleza a dominar. De esta<br />
manera se consagra una cultura esencialista y fundamentalista. El<br />
mandato divino de poblar la Tierra y dominar la Naturaleza nos hace<br />
perder una interrelación informante y nos aleja de la colaboración<br />
necesaria para nuestra sobrevivencia.<br />
Pero además de establecer la jerarquía y el dominio de unos sobre<br />
otros, el mandato es que debemos amarnos: amar a quien nos domina