La propiedad - Terciopelo
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claudia dain<br />
—¡Pero el hombre que ha elegido será uno de sus hombres!<br />
—protestó Marie.<br />
—¿Puede ser Henry II peor rey para Inglaterra que lo ha<br />
sido Stephen? —contraatacó Cathryn—. ¿Puede este hombre,<br />
el tal William le Brouillard, ser peor para Greneforde que el<br />
hecho de que yo siga sola al frente de todo sin ningún esposo?<br />
Marie no tenía respuesta para su señora, al menos ninguna<br />
que se atreviera a expresar en voz alta. Era cierto. Los tiempos<br />
no habían sido nada buenos, pero ella no estaba preocupada<br />
por Greneforde, sino por su señora.<br />
—Y cuando os hayáis convertido en la esposa de ese caballero<br />
y él sea lord de Greneforde, ¿entonces qué, lady Cathryn?<br />
—susurró Marie, dejando entrever sus más profundos<br />
temores.<br />
Cathryn volvió a fijar la vista en el manojo de flores, tan<br />
níveas y delicadas, a pesar de que sabía que muy pronto se<br />
marchitarían y que las bonitas hojas verdes pronto perderían<br />
también su frescura para caer desmayadas. Unos instantes<br />
antes aquellas flores estaban vivas y tomaban todos los nutrientes<br />
del suelo. Ahora, sin embargo, las habían cortado por<br />
el tallo para cubrir las necesidades de los habitantes de Greneforde.<br />
<strong>La</strong> finalidad de aquellas flores medicinales era servir a<br />
los que les habían sesgado la vida, a aquellos que las habían<br />
privado de aire, a aquellos que temblaban con fiebre. Pero primero<br />
las milenramas habían tenido que morir para curar a la<br />
gente de Greneforde. Y a Cathryn le tocaba desempeñar el<br />
mismo papel: debía relegar todas sus emociones y recuerdos<br />
hasta lo más profundo de su ser y poner su vida al servicio de<br />
Greneforde. Deslizando las manos por encima de las hojas,<br />
sintiendo el suave tacto en la punta de los dedos, Cathryn<br />
contestó a la joven criada sin alzar sus ojos oscuros.<br />
—Entonces Greneforde estará a salvo, Marie, y lo estará<br />
mientras su señor tenga fuerzas para empuñar la espada y<br />
montar sobre un caballo de batalla.<br />
«Sí, Greneforde estará a salvo», pensó Marie mientras observaba<br />
cómo su señora arrinconaba las plantas herbáceas y<br />
enfilaba hacia la cocina. ¿Pero qué sería de Cathryn?<br />
Todo lo que se podía hacer para dignificar el castillo se esta-<br />
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