La propiedad - Terciopelo

la propiedad
del suelo estaban en buen estado, los juncos entretejidos formaban
una estera pulida y limpia. Justo detrás de la enorme
mesa señorial, impecablemente cubierta con un mantel de hilo
blanco, un enorme tapiz en el que se veía a un caballero con
armadura debajo de la sombra de la Santa Cruz se agitaba levemente
de forma esporádica con la brisa que se filtraba a
través de las troneras. Describiendo una línea a lo largo del
perímetro de la estancia se podían ver mesas y banquetas para
que los soldados y los sirvientes se pudieran acomodar sin
estrechez alguna; era el lugar que él siempre había ocupado
antes. Hasta aquel día. Sin embargo, a partir de aquel día, su
sitio sería la mesa principal.
Nuevamente buscó a Cathryn. Ella se había alejado del
padre Godfrey para iniciar una nueva conversación, esta vez
con un sirviente que, por su apariencia, debía de ser el mayordomo
del castillo. William atravesó la estancia para hablar con
el padre Godfrey. Quería saber de qué habían hablado y lo
quería saber de inmediato. Tenía que acabar con aquella incertidumbre
que lo consumía.
Sin alzar la voz, le exigió de forma tajante al cura:
—Habéis mantenido una conversación muy larga con lady
Cathryn. ¿Buscaba ella vuestro consejo sobre cómo evitar este
matrimonio?
El padre Godfrey no pudo ocultar la chispa de burla de sus
ojos cuando miró a William, aunque la verdad es que tampoco
pretendía ocultarla.
—No.
William no se sintió satisfecho ante la breve respuesta e
insistió:
—¿Está intentando retrasar la ceremonia? Porque no habrá
ningún retraso. No pienso descansar hasta zanjar este
trámite…
—No, William, no hemos hablado de matrimonio —lo
atajó Godfrey con una sonrisa.
—Si es que ella quería saber algo sobre el hombre con el
que se va a casar, lo mejor habría sido que…
—William, no hemos hablado de ti —lo interrumpió Godfrey
con una amplia sonrisa.
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