La propiedad - Terciopelo

la propiedad
tegidos por la cota de malla. No pensaba quitarse ninguna
pieza de la armadura hasta que no tuviera la absoluta certeza
de que no corría ningún riesgo de caer en una emboscada. A
través de la visera del casco, escrutó el recinto y los portales de
los cobertizos situados en primera línea.
—¿Dónde están vuestros caballeros, vuestros escuderos,
milady?
A pesar de que ella no podría ver el matiz de desconfianza
en sus ojos, podía oír el tono acerbo en su voz.
—Muertos, milord —se apresuró a contestar—. Todos
muertos.
Los ojos de William volvieron a posarse en ella, y le preguntó
bruscamente:
—¿Cuándo?
—El último caballero a mis órdenes murió hace tres meses,
milord —contestó Cathryn con una voz extrañamente monótona.
Kendall, Ulrich y el resto estaban entrando en esos momentos
en el patio, y el ruido de los cascos de los caballos
consiguió apagar casi por completo las palabras pronunciadas
suavemente por lady Cathryn. Ella había desviado los ojos
para escrutar las caras de los hombres que acompañaban al
nuevo señor de Greneforde, como si intentara medir la estatura
de cada hombre, y William vio que de repente se le iluminaba
la cara.
Aunque sonara extraño, se sintió celoso. Al seguir la vista
de lady Cathryn vio que ella estaba mirando fijamente al padre
Godfrey con una evidente alegría. ¿Significaba eso que
ardía en deseos de casarse con él? Pero, de ser así, ¿por qué no
lo miraba directamente a él?
Rodeado por sus hombres, completamente armados y listos,
William bajó la guardia. Tanto si los caballeros de lady
Cathryn estaban muertos como si no, él y su comitiva tomarían
posesión de Greneforde. Aquélla era la única verdad por
la que siempre se regía en la batalla: vencer.
Súbitamente, William sintió la imperiosa necesidad de que
Cathryn viera al hombre al que muy pronto denominaría esposo.
Quería captar nuevamente toda su atención; quería que
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