La propiedad - Terciopelo
La propiedad - Terciopelo
La propiedad - Terciopelo
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
claudia dain<br />
Alys se secó las manos en el delantal antes de ponerse a<br />
preparar la fruta para hornearla.<br />
—¡Da igual! ¡<strong>La</strong> verdad es que un buen plato caliente<br />
siempre sienta de maravilla! —remarcó ella con su habitual<br />
modo de hablar desenfadado y sin rodeos.<br />
—¿Estáis listos para dar la bienvenida a nuestro nuevo<br />
lord? —quiso saber <strong>La</strong>n.<br />
—Un nuevo lord significa que podremos comer carne a<br />
menudo —respondió John—. Seguro que mejorará nuestra<br />
calidad de vida, por lo que deberíamos estar agradecidos.<br />
—Quizá sí —insistió <strong>La</strong>n mientras cortaba la carne de cerdo<br />
con el enorme cuchillo— o quizá no.<br />
—Cuidado —lo amonestó John, con educación pero con<br />
firmeza—. Que nadie cuestione, ni especule, ni dude sobre<br />
esa cuestión. Está a punto de llegar nuestro nuevo lord, y le<br />
daremos la bienvenida como es debido. Pensad en nuestra<br />
señora: esta mañana se ha despertado huérfana, a media mañana<br />
ya estaba prometida, y estará desposada antes de que<br />
acabe el día. Cuidado —repitió con más ímpetu—. Por respeto<br />
a lady Cathryn, nadie cuestionará la valía del nuevo lord<br />
de Greneforde.<br />
<strong>La</strong>n no dijo nada más después de aquel alegato, asustado<br />
ante la idea de que su lengua mordaz pudiera causar que lady<br />
Cathryn tuviera que sobrellevar una carga más pesada que la<br />
que ya le tocaba soportar. <strong>La</strong>s palabras de John habían sido<br />
muy acertadas y aceptadas por todos los que se hallaban en la<br />
cocina preparando un festín con lo poco que tenían para celebrar<br />
la llegada del hombre del rey Henry. Además, John había<br />
hablado en el momento oportuno, ya que Cathryn entró en la<br />
cocina justo unos momentos después.<br />
Al observar con qué tranquilidad la señora se dedicaba a<br />
supervisar el progreso del pudín de copos de avena que borboteaba<br />
en la marmita o cómo departía con John acerca de la<br />
cantidad precisa de clavos que tenían que usar para condimentar<br />
la carne de cerdo, todos los siervos empezaron a relajarse.<br />
Ella era la quilla del barco, que los mantenía a salvo de hundirse<br />
en un estado de pánico y miedo. Pero hasta aquel día, el<br />
barco había navegado sin timón. William le Brouillard cam-<br />
26