La propiedad - Terciopelo
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la <strong>propiedad</strong><br />
biaría la situación por completo. Al observarla, Alys apenas<br />
podía creer que en tan sólo unas horas su señora ya estaría<br />
casada, tan calmada como estaba. Al observarla, Eldon tuvo la<br />
creciente confianza de que el lord de Greneforde protegería las<br />
tierras y a su gente de cualquier ataque. <strong>La</strong> imagen empezó a<br />
tomar cuerpo en la mente de cada uno de ellos; sí, tener un<br />
nuevo un lord significaría que los cazadores traerían carne y<br />
que los hombres otearían el horizonte desde la empalizada; su<br />
mundo, que se había ido desmoronando durante aquellos últimos<br />
años, volvería a su estado correcto. <strong>La</strong> visita de Cathryn<br />
a la cocina había surtido el efecto que ella había deseado.<br />
Y entonces, desde la parte superior de la muralla, el grito<br />
de Albert resonó entre los muros hasta colarse en el patio, un<br />
eco que parecía reverberar en la mismísima alma de Cathryn.<br />
—¡Ya llega!<br />
Todos los ojos se giraron hacia la señora; por un momento,<br />
todos abandonaron los preparativos en los que estaban ocupados;<br />
el reguero de sudor que le caía a Christine por el cuello<br />
hasta la espalda, las gotas de sangre resbalando por el enorme<br />
cuchillo de <strong>La</strong>n, el agradable borboteo de la comida hirviendo<br />
en la marmita, el rápido parpadeo de los ojos azul celeste de<br />
Eldon, todos aquellos matices y movimientos se amplificaron<br />
y se cristalizaron para ella en aquel momento. Fue un momento<br />
eterno, un momento en el que el tiempo se detuvo. Era el<br />
paso de libertad a cautiverio, de soltería a matrimonio. «No<br />
—se regañó a sí misma en silencio— era el paso de vulnerabilidad<br />
en un mundo hostil a seguridad, de hambre a un estómago<br />
lleno.»<br />
Eso era lo que debía recordar, lo que debía creer. Cuando<br />
pronunció sus siguientes palabras, cesó la intensa sensación de<br />
estar viviendo un momento eterno.<br />
—Ya llega —repitió Cathryn, y acto seguido suspiró lentamente—.<br />
Y yo he de salir a su encuentro.<br />
Sin perder la compostura, dio media vuelta y abandonó la<br />
cocina, aunque se detuvo unos instantes en el umbral. Los<br />
sonidos de la frenética actividad se reanudaron con la fuerza<br />
de un trueno inesperado y ella sonrió. Aspiró aire lentamente<br />
antes de salir a enfrentarse con el viento agreste que rugía<br />
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