La propiedad - Terciopelo
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la <strong>propiedad</strong><br />
ba llevando a cabo en esos instantes. Nadie quería que se dijera<br />
que Greneforde no había recibido a su nuevo lord con la cabeza<br />
gacha. En la cocina, John, el mayordomo, supervisaba la preparación<br />
de seis gallinas, dos patos y medio cerdo; las hierbas culinarias<br />
empezaban a escasear, pero todavía quedaba bastante<br />
perejil y orégano para ofrecer un ágape más que respetable, y<br />
cuando lady Cathryn llegó con una bolsita de clavos que había<br />
guardado en lugar seguro, todos sonrieron complacidos.<br />
<strong>La</strong> actividad era frenética: sacudir los tapices, arrancar las<br />
malas hierbas, afilar los útiles de labranza, limpiar el estiércol<br />
de los establos… El enorme ajetreo infundió a Cathryn un<br />
poco de energía. Greneforde recobraba su vitalidad, preparándose<br />
con alegría para la llegada de su nuevo señor, y la idea la<br />
colmó de satisfacción.<br />
Al constatar que John estaba supervisando los trabajos en<br />
la cocina con gran acierto, Cathryn subió apresuradamente las<br />
escaleras hasta su alcoba. Rápidamente y sin perder la calma,<br />
enfiló hacia el otro extremo de la habitación, hasta un enorme<br />
arcón que contenía sus más preciadas posesiones y lo abrió con<br />
cuidado. Hacía tres meses que no tocaba el pequeño cuchillo<br />
que siempre reposaba encima de todas sus pertenencias, el<br />
cuchillo que su padre le había entregado a modo de regalo de<br />
despedida. Cathryn se sorprendió al alargar la mano instintivamente<br />
para tocarlo. Con enorme esfuerzo, apartó nuevamente<br />
todos los recuerdos de su mente y se puso a hurgar en<br />
el interior del arcón, sin un objetivo claro. De repente se dio<br />
cuenta de lo absurdo que resultaba su comportamiento, y se<br />
echó hacia atrás, sentándose sobre los talones, y rio en silencio.<br />
¿Qué pretendía? ¿Elegir el mejor vestido entre sus trajes<br />
cenicientos para ofrecer un aspecto primoroso y atractivo digno<br />
de una pordiosera? ¿Cómo era posible que prácticamente<br />
todo su vestuario fuera de una única tonalidad, el gris? Sacudió<br />
la cabeza desabridamente y sus largas trenzas barrieron el<br />
suelo con el movimiento. Finalmente, Cathryn se decidió por<br />
el traje menos lúgubre: un vestido de lana sin teñir. Lo sacudió<br />
vigorosamente y lo inspeccionó para asegurarse de que no<br />
tuviera ningún agujero. Afortunadamente, tampoco tenía<br />
ningún remiendo y parecía bastante digno. Estaba ribeteado<br />
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