Pensadores dominicanos del siglo XX - Claro
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MANUEL DEL CABRAL<br />
UN SIGLO DE LITERATURA DOMINICANA. MODERNISMO Y POSTMODERNIDAD, LIBERTAD Y VASALLAJE<br />
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largo de nueve años, los Cuadernos no fueron más allá de lo que<br />
establecía la normativa de adhesión a la dictadura. Más aún, en su<br />
última etapa, cuando la represión apretaba sus garras y había des-<br />
aparecido La Poesía Sorprendida, abrió sus páginas a escritores que<br />
en los primeros años habían sido excolmugados, como fueron los<br />
propios sorprendidos, quienes, por lo contrario, jamás publicaron<br />
textos de los escritores relacionados a los Cuadernos. De todos es<br />
sabido, porque así ha sido testimoniado por integrantes de la Poe-<br />
sía Sorprendida y también por miembros de la Generación <strong>del</strong> 48,<br />
que en diversas ocasiones tanto Contín Aybar como Incháustegui<br />
Cabral y Manuel Arturo Peña Batlle sirvieron de escudo para es-<br />
critores que por alguna razón eran mal vistos o vigilados por el<br />
régimen. Para dar fe de su práctica pluralista, contradictoria con<br />
su concepción totalitaria y excluyente de la cultura, en los 112<br />
números de los Cuadernos aparecen todas las tendencias de la lite-<br />
ratura dominicana en el período 1943-1952, años de su publica-<br />
ción. Desde Moreno Jimenes, Franklin Mieses Burgos y Mariano<br />
Lebrón Saviñón hasta los llamados «poetas independientes <strong>del</strong> 40»<br />
porque no pertenecían a movimiento alguno: Pedro Mir, Héctor<br />
Incháustegui Cabral, Tomás Hernández Franco y Manuel <strong>del</strong> Ca-<br />
bral, éste último autor de los mejores poemas negros de la literatu-<br />
ra dominicana, y de un clásico contemporáneo, Compadre Mon<br />
(1940), poema en el que se entretejen y transfiguran la historia y<br />
el mito, el paisaje y las vertientes populares para expresar la épica<br />
y la ontología <strong>del</strong> hombre dominicano. Es cierto que en los Cua-<br />
dernos el grano se mezcla con la paja, y que la proliferación de los<br />
«simples versificadores sin poesía» dan razón a la acusación de los