Pensadores dominicanos del siglo XX - Claro
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UN SIGLO DE LITERATURA DOMINICANA. MODERNISMO Y POSTMODERNIDAD, LIBERTAD Y VASALLAJE<br />
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«Los grupos literarios no volvieron porque tuvieran otro sitio<br />
donde ir. Ellos más bien se desintegraron, o casi se desintegraron.<br />
Las próximas jornadas iban a ser jornadas extremadamente políti-<br />
cas y aunque usted no estuviese metido de lleno en política, por lo<br />
menos tenía que estar muy ocupado observando lo que pasaba a su<br />
alrededor. Esto era muy natural en razón de que la actividad demo-<br />
crática era totalmente nueva en nuestro país. Todo el mundo que-<br />
ría observar el experimento que tenía lugar. Y así fue.<br />
«Cada cual, entonces, continuó su afán literario pero solitaria-<br />
mente, recogido en el ambiente íntimo de su gabinete.»<br />
La literatura y las artes se hicieron denuncia, testimonio y pro-<br />
fesión de fe. Las revistas literarias fundadas poco después <strong>del</strong> tira-<br />
nicidio estimularon la insurgencia y dieron cuenta de la produc-<br />
ción de los escritores emergentes, que daban sus primeros pasos<br />
bajo la mirada protectora de los sorprendidos, en especial de Aída<br />
Cartagena Portalatín y de Manuel Rueda. La literatura de los se-<br />
senta no hubiese sido lo que fue sin Brigadas Dominicanas (1963) y<br />
sin la Colección Baluarte, dirigidos por Aída, y donde se dio a<br />
conocer mucho de lo que se producía en esos momentos. En Briga-<br />
das se publicaron Santo Domingo Vertical, de Hernández Rueda,<br />
Cementerio obrero de Máximo Avilés, algunas de las Elegías de<br />
Abelardo Vicioso, y en 1962 Hay un país en el mundo, de Pedro<br />
Mir. En 1964 Alberto Peña Lebrón, Luis Alfredo Torres, Ramón<br />
Cifré Navarro y Lupo Hernández Rueda crean y dirigen la revista<br />
Testimonio (1964-1966). En cada número aparecen poemas y tex-<br />
tos de los poetas <strong>del</strong> 48, junto a trabajos en prosa de escritores<br />
contemporáneos que durante la dictadura no podían circular en el<br />
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país. La labor editorial de Testimonio fue sobresaliente. En su Co-<br />
lección aparecieron la primera novela de Carlos Esteban Deive,<br />
Magdalena; el poemario De manos con las piedras, de Ramón Cifré<br />
Navarro, La vida no tiene nombre, libro de narraciones de Marcio<br />
Veloz Maggiolo, Crónica <strong>del</strong> Sur, de Lupo Hernández Rueda, y Los<br />
días irreverentes de Luis Alfredo Torres, donde aparece el excelente<br />
poema Canto a Proserpina. En aquel período Carmen Natalia Mar-<br />
tínez publicó su antologado poema Un hombre tras las rejas, y en<br />
un giro hacia la poesía político-social Fernández Spencer dió a la<br />
luz Los testigos.<br />
El regreso de los poetas y escritores exiliados marcó la apoteosis<br />
de la literatura de denuncia y el encuentro de la poesía con sectores<br />
sociales tradicionalmente alejados de ella. Carmen Natalia y Pedro<br />
Mir fueron los íconos de los años <strong>del</strong> compromiso. Sus poemas cir-<br />
culaban de las manos de los jóvenes <strong>del</strong> PSP y <strong>del</strong> 14 de Junio, y<br />
fragmentos de ellos eran leídos en los programas de radio. Desde sus<br />
primeras ediciones, Hay un país en el mundo se convirtió en el mode-<br />
lo por excelencia de la poesía política-social de los años sesenta,<br />
reproducido en sus procedimientos y en la simbología que utiliza<br />
por la mayoría de los poetas jóvenes. La visión profética, el tono<br />
admonitorio, la invocación a la violencia y el arranque optimista<br />
que convierte en realidad el triunfo de las clases oprimidas pasan de<br />
Mir a la generación <strong>del</strong> sesenta y de éstos a los integrantes de la<br />
llamada promoción de posguerra o joven poesía. La recepción de la<br />
poesía de Mir, Poeta Nacional declarado por el Congreso en 1983, y<br />
Premio Nacional de Poesía, ha variado con el transcurso de los años,<br />
acorde al desarrollo de la literatura y a las tendencias en boga.