Pensadores dominicanos del siglo XX - Claro

UN SIGLO DE LITERATURA DOMINICANA. MODERNISMO Y POSTMODERNIDAD, LIBERTAD Y VASALLAJE
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de Corinto no se han hecho para nuestras estatuas, no tendremos
en nuestros calderos surrapas de Verlaine ni de Mallarmé, de Tris-
tan ni de Laforgue. Homero y Virgilio, Goethe y Schakespeare
(sic) no serán más que divinidades que respetaremos, soles apaga-
dos que no nos iluminarán.» La invectiva es, sin remedio, van-
guardista. Como la ruptura, la hipérbole y la gestualidad. No es
extraño que el Postumismo haya negado su estirpe vanguardista.
Marca del movimiento es la contradicción: impugna el Modernis-
mo, pero reivindica el americanismo subjetivo propio de la etapa
final de ese movimiento; aboga por la libertad, pero reivindica las
jerarquías con la asignación del título de Sumo Pontífice para
Moreno y de Colina Sacra para su lugar de reunión, en Villa Fran-
cisca; rechaza la herencia universal, pero mal que bien, como van-
guardia, participa de ella; se declara contra las extravagancias y
los rituales en el arte pictórico, pero crea símbolos y ritos alrededor
de su práctica poética, como la chalina negra, y los comentados
banquetes, como el que celebra con motivo del primer aniversario
del movimiento, donde se brinda pétalos de flores y lacto-palma,
una mezcla de jenjibre, agua de coco y leche condensada.
El postumismo surge en 1921, con la primera publicación del
grupo el 4 de abril, en la revista Cuna de América. El mismo año,
Andrés Avelino publica en Fantaseos (1921) el Manifiesto que le
otorga estatuto de movimiento y Rafael Augusto Zorrilla escribe
«Orígenes del postumismo» y «Apuntes postumistas». En 1922
Moreno Jimenes publica Psalmos, la obra que lo confirma como el
innovador de la poesía dominicana; Andrés Avelino da a la luz su
Pequeña antología postumista, donde aparece, entre otros, Tomás
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Hernández Franco; y en 1923 Del movimiento postumista. El «Bole-
tín Postumista» fue publicado por primera vez en 1924, cuando ya
Moreno Jimenes recorría el país en un apostolado poético que du-
raría más de dieciocho años. El origen y la consolidación del Pos-
tumismo tienen lugar, pues, durante los años de la intervención
militar norteamericana, circunstancia a la que no fue ajeno el
movimiento en su encarecimiento del ser y la cultura nacionales,
sin dudas engastado al nacionalismo imperante, cuyo punto más
alto fue la Declaración de Principios del Partido Nacionalista, fir-
mada en 1924 por intelectuales tan representativos como Federi-
co Henríquez y Carvajal, Enrique Henríquez y Manuel Arturo Peña
Batlle. Sólo que en su vuelta hacia lo nacional la poesía postumis-
ta realiza el encuentro con el hombre y lo popular que no pudo
lograr el pensamiento ilustrado en su manifiesto desprecio hacia
las clases populares, responsables, por su ignorancia, de la inviabi-
lidad de la nación. La niña Pola, «que estaba en el campo, / que su
padre figuraba tonta / y echaba a rodar a los vientos de la / albora-
da su risa loca», la maestra del pueblo, «que recuerda el amanecer
con su / vaca lechera, / su humo de sol», los campos y las aldeanas
rientes, el tesesito de guanábana, la flora y la fauna son registrados
por el poeta y llevados a la página con un ritmo nuevo en la poesía
dominicana. Tiene razón Alberto Baeza Flores cuando señala que
«en Moreno Jimenes hay una evidente inclinación hacia trabajar
la renovación del lenguaje poético al mismo tiempo que volcán-
dola hacia los contenidos nacionales».
Ningún movimiento literario como el Postumismo y ningún
escritor como su Sumo Pontífice han merecido tantas opiniones