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Los verbos seudo-impersonales del español. Una caracterización ...

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<strong>Los</strong> <strong>verbos</strong> <strong>seudo</strong>-<strong>impersonales</strong> <strong>del</strong> <strong>español</strong>. <strong>Una</strong> <strong>caracterización</strong> semántico-sintáctica 7<br />

(64) a. Ocurre que el profesor está enfermo. [Delbecque y Lamiroy 1999: §32.2.1.2]<br />

b. ??Nos ocurre que el profesor está enfermo.<br />

(65) a. Sucede que he perdido mis papeles. [Delbecque y Lamiroy 1999: §32.2.1.2]<br />

b. ??Me sucede que he perdido mis papeles.<br />

Así pues, al contrastar el funcionamiento de los dos grupos de existencia respecto al<br />

dativo, encontramos motivos para sugerir que los estativos de existencia han logrado cierto<br />

grado de cohesión con el complemento, a diferencia de los dinámicos de existencia, que arrojan<br />

señales de la todavía imperfecta inclusión <strong>del</strong> dativo en su estructura semántico-sintáctica.<br />

El segundo indicio sugerente de los distintos niveles de integración <strong>del</strong> dativo con los<br />

<strong>verbos</strong> de existencia se desprende <strong>del</strong> fenómeno de control, ya discutido en relación con los<br />

<strong>verbos</strong> deónticos y los de afección psíquica, según el cual un dativo implícito es restituido en<br />

la oración principal y actúa como antecedente indeterminado o genérico <strong>del</strong> sujeto <strong>del</strong> infinitivo<br />

que depende <strong>del</strong> <strong>seudo</strong>-impersonal. El fenómeno, documentado para los estativos de la<br />

tercera subclase, se ilustra en (66) y ofrece una prueba muy clara de la estrecha relación que<br />

ha llegado a establecerse entre estos <strong>verbos</strong> y su dativo:<br />

(66) a. Basta observar la disposición de las piezas. [Flandes, 106]<br />

b. Ya no cabía distinguir un tacto huidizo de otro tacto áspero o confiado. [Tempestad,<br />

253]<br />

c. Que sólo quedaba esperar un milagro. [Malena, 277]<br />

La diferencia que los <strong>verbos</strong> de suceso presentan respecto a este fenómeno es que ellos<br />

no tienen la habilidad de regir una completiva de infinitivo (acaecer, acontecer, ocurrir,<br />

pasar, sobrevenir, suceder + que/*infinitivo), por lo que no existe la posibilidad de que el<br />

dativo se erija en controlador latente <strong>del</strong> sujeto <strong>del</strong> infinitivo. Este dato puede tomarse como<br />

una carencia de prueba, aunque no deja de ser significativo el hecho de que los <strong>seudo</strong>-<strong>impersonales</strong><br />

de suceso no lleven nunca a restituir en la oración principal un dativo implícito que<br />

pueda considerarse como un argumento seleccionado por el verbo:<br />

(67) a. *Sucede ver cosas horribles.<br />

b. *Aconteció llegar tarde.<br />

El último dato pertinente para la diferencia que estamos analizando tiene que ver con la<br />

relación semántica que se entabla entre el argumento locativo básico y el dativo metafórico.<br />

Aquí mostraremos que el uso metafórico <strong>del</strong> dativo con los <strong>verbos</strong> estativos se ajusta mejor<br />

al valor originario de la construcción que en el caso de los <strong>verbos</strong> de suceso, de tal forma que<br />

la integración <strong>del</strong> dativo resulta más sencilla para los primeros que para los segundos.<br />

A fin de poder mostrar lo que acabamos de decir, es preciso que volvamos a mirar la distinción,<br />

ya señalada en el análisis semántico de los <strong>verbos</strong> de existencia (véase supra, 3.2.3),<br />

VERBA, 2007, vol. 34: 7-57

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