Los verbos seudo-impersonales del español. Una caracterización ...
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<strong>Los</strong> <strong>verbos</strong> <strong>seudo</strong>-<strong>impersonales</strong> <strong>del</strong> <strong>español</strong>. <strong>Una</strong> <strong>caracterización</strong> semántico-sintáctica<br />
dativo emerge con mayor o menor claridad dependiendo <strong>del</strong> contexto, pero, en términos<br />
generales, describe adecuadamente la participación <strong>del</strong> dativo en las oraciones de (71):<br />
(71) a. Y que nunca le faltará el pan. [Imperio, 444]<br />
b. Nomás me va a faltar que tú digas cuando nos vamos. [Amores, 245]<br />
c. Y a mí todavía me sobraba lucidez. [Malena, 397]<br />
d. No sé si les alcance el cuerpo para tanto –dijo Diego. [Amores, 349]<br />
e. A Miriam no le quedaba más que seguir esperando. [Corazón, 54]<br />
Obsérvese que la identificación de este dativo como ‘locus de posesión’ permite dar<br />
cuenta de una extensión más documentada con los <strong>verbos</strong> estativos. Éstos se construyen a<br />
veces con dativos de referente inanimado. Su habilitación para tales usos se debe a que la<br />
relación de posesión, que implica prototípicamente a un poseedor humano, tiende a ampliarse<br />
a referentes no humanos que se conciben metafóricamente como ‘poseedores’ de cosas. Esto<br />
ocurre con otros <strong>verbos</strong> de posesión y así lo manifiestan los <strong>seudo</strong>-<strong>impersonales</strong> estativos de<br />
existencia en estos ejemplos:<br />
(72) a. A esta mesa le sobran patas.<br />
b. Para que nada le faltara al rito que la convertiría en madrina. [Amores, 25]<br />
Si consideramos ahora los <strong>verbos</strong> dinámicos de suceso, advertimos de inmediato que<br />
son mayores los obstáculos para crear el empalme entre el argumento básico y el sustituto<br />
metafórico. <strong>Los</strong> <strong>verbos</strong> dinámicos, como hemos visto, piden lugares amplios y poco <strong>del</strong>imitados<br />
como ‘escenarios’ de los eventos que presentan, y los seres humanos que toman la función<br />
de estos lugares son en realidad muy distintos. Aquí, la metáfora opera en un nivel más<br />
profundo de abstracción. Para hacer el puente, es necesario concebir a la entidad dativa como<br />
una especie de ‘esfera de experiencia’, en la cual el evento encuentra su punto de anclaje.<br />
Pero esto es sólo parte de lo que en verdad sucede, pues resulta claro que, por medio de la<br />
metáfora, se produce un cambio de enfoque, donde pasan a segundo plano los rasgos locativos<br />
<strong>del</strong> ‘escenario’ humano y toma precedencia la idea de que el evento ‘afecta’ al dativo. Así<br />
lo ilustran las oraciones de (73):<br />
(73) a. Así no te va a pasar lo que a mí –bromeó Felipe. [Púberes, 16]<br />
b. Pero quizás a él le ocurre lo mismo, pensó. [Flandes, 31]<br />
c. Salvo que a mí me suceda algo malo. [Tocador, 242]<br />
Como puede verse, estas oraciones proyectan la imagen de una entidad afectada por<br />
el evento, y sólo de manera indirecta remiten a la noción de que el dativo funciona como su<br />
marco espacio-temporal. Proponemos denominar a este dativo ‘locus de afectación’. En la<br />
etiqueta queda reflejado el deslizamiento semántico que ha inducido la metáfora, con el resultado<br />
<strong>del</strong> desajuste existente entre el locativo originario y la figura humana que usurpa su fun-<br />
VERBA, 2007, vol. 34: 7-57