Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
fuimos a parar porque a mi viejo le iba mal con un boliche que<br />
había abierto con Pablo y otros. Se llamaba Naranjas. Vivimos<br />
un año a vela porque no se podía pagar la luz y comíamos de<br />
fiado. Salvo mi cuartito, que era el único lugar ord<strong>en</strong>ado, toda<br />
la casa era un desastre, y cada vez que llovía era un concierto<br />
de latitas. Todo goteaba m<strong>en</strong>os mi cuarto.<br />
Me <strong>en</strong>cantaba <strong>en</strong>trar a mi habitación y ver todos los autitos ord<strong>en</strong>ados<br />
como si fuese una exposición. Con los <strong>en</strong>vases redondos<br />
del jugo “Naranjú” armaba guirnaldas para colgar <strong>en</strong><br />
las paredes. Yo era un ridículo, decía que quedaba lindísimo.<br />
También le había puesto estanterías y bibliotecas donde guardaba<br />
los libros de la colección “Robin Hood”, que me <strong>en</strong>cantaban,<br />
especialm<strong>en</strong>te el del “Príncipe Vali<strong>en</strong>te”. Los acomodaba<br />
de fr<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los estantes para que se vieran las ilustraciones<br />
de sus tapitas. Parecía un kiosco.<br />
Dibujaba para fantasear, para narrar historias haci<strong>en</strong>do con<br />
la boca sonidos onomatopéyicos. Recuerdo que esos ruiditos<br />
me acompañaron bastante y todavía los sigo haci<strong>en</strong>do. Si dibujaba<br />
ciudades con autitos era para usarlos como juguete,<br />
y les hacía efectos de velocidad como a los tr<strong>en</strong>es <strong>en</strong> Devoto.<br />
A los doce dibujaba esc<strong>en</strong>as eróticas con las chicas que me<br />
gustaban. Las imaginaba <strong>en</strong> bolas con sus difer<strong>en</strong>tes virtudes<br />
e imaginaba que estábamos juntos. S<strong>en</strong>tía que podía acercarme<br />
más a ellas, y me alejaba. El surrealismo apareció con los<br />
trabajos a lápiz.<br />
Pintaba todos los días y <strong>en</strong>tonces decidí que los pinceles eran<br />
mi destino, dejé el colegio.<br />
Como veía que t<strong>en</strong>ía problemas con los colores fui a un taller<br />
para tratar de superarlo. Duré un día. A los catorce años todavía<br />
no sabía que era definitivam<strong>en</strong>te daltónico. Nadie creía<br />
que yo veía mal, mi mamá nunca se preocupó, p<strong>en</strong>saba que<br />
la cargaba, y Pablo no <strong>en</strong>t<strong>en</strong>día porqué yo pintaba las caras<br />
verdes. El tema de mi daltonismo pude asumirlo mucho más<br />
tarde.<br />
En la adolesc<strong>en</strong>cia empieza otra historia. Como ya había decidido<br />
que mi destino era ser pintor ahora daba por s<strong>en</strong>tado<br />
que lo era. A los quince mi<strong>en</strong>tras hacía por segunda vez el segundo<br />
año a la noche, iba casi todos los días al taller de la calle<br />
Cangallo a realizar marcos con Pablo como si fuésemos<br />
marqueros de verdad. Una vez le <strong>en</strong>marcamos una muestra a<br />
Noé y estaban tan mal hechos los marcos, que los describían<br />
<strong>en</strong> las críticas. Después hicimos unos mejores, pero todavía<br />
horribles, para R<strong>en</strong>art. Personajes interesantes como Heredia,<br />
Grippo y R<strong>en</strong>art, <strong>en</strong>tre otros, t<strong>en</strong>ían allí sus talleres. Con<br />
ellos compartía mesas comi<strong>en</strong>do y escuchando. Fue un estímulo<br />
muy importante que duró dos años.<br />
Como el colegio me aburría y p<strong>en</strong>saba que no me iba a servir<br />
para lo que yo había decidido que iba a ser, lo abandoné de-<br />
INFANCIAS | PAGINA 47<br />
finitivam<strong>en</strong>te a los dieciséis.<br />
Me id<strong>en</strong>tificaba con la dificultad que significaba para Pablo tratar<br />
de vivir del arte. Él no v<strong>en</strong>día y si lo hacia era por poco dinero,<br />
igual se la bancaba y sabía que debía hacer otras cosas<br />
para mant<strong>en</strong>erse. Él fue mi parámetro. Su relación con el mercado<br />
era un despropósito, estaba <strong>en</strong>emistado con el stablishm<strong>en</strong>t<br />
y éste lo rechazaba.<br />
Hasta hacer la colimba estuve acoplado a una suerte de proyecto<br />
familiar de mi viejo con Pablo <strong>en</strong> un campo <strong>en</strong> Córdoba,<br />
forestando, y mi trabajo era ser una pieza más de ese proyecto.<br />
Al final el proyecto de los árboles terminó fracasando.<br />
También laburámos un boliche donde yo hacía de disc-jockey<br />
En 1981 después de hacer la colimba donde pinté soldados<br />
patricios, me fui a Brasil <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>a dictadura para descansar, y<br />
me quedé vivi<strong>en</strong>do siete años <strong>en</strong>tre Buzios y Río. Me divertía<br />
mucho y siempre pintaba. Sólo abandoné la pintura <strong>en</strong> dos<br />
ocasiones durante un año cada una. En Buzios trabajaba <strong>en</strong><br />
una posada y sólo había que conseguir para comer. Hice un<br />
par de pequeñas muestras <strong>en</strong> boliches donde v<strong>en</strong>dí un par de<br />
paisajes y hacía retratos para cli<strong>en</strong>tes de la posada, trabajo<br />
que continué <strong>en</strong> Río. Llegué a hacer un realismo fotográfico.<br />
Me atorm<strong>en</strong>taba no <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der que era lo que me pasaba con<br />
los retratos realistas que pintaba. Si algui<strong>en</strong> t<strong>en</strong>ía ojos verdes<br />
yo los hacía azules. Por eso abandoné el realismo para ser expresionista<br />
y rajarle así a la dificultad del color. Me vino bárbara<br />
la época de la transvanguardia y del neo-salvajismo, a pesar<br />
de que lo que pintaba era una porquería. De a poco fueron<br />
apareci<strong>en</strong>do <strong>en</strong> los cuadros ciertos detalles que a lo largo del<br />
tiempo terminaron si<strong>en</strong>do las imág<strong>en</strong>es que hago ahora. Recién<br />
a los veintiocho años com<strong>en</strong>cé a t<strong>en</strong>er una imag<strong>en</strong> personal,<br />
fue cuando volví definitivam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> 1988 a Bu<strong>en</strong>os Aires<br />
y de nuevo al taller de la calle Cangallo, con Pablo y ahora Marrone<br />
incluídos. Durante mi estadía <strong>en</strong> Brasil había v<strong>en</strong>ido <strong>en</strong><br />
dos ocasiones y conocí a Garófalo, Avello, Reyna, De Ilzarbe<br />
y Marrone, con los que participé <strong>en</strong> muestras.<br />
Volvi<strong>en</strong>do a mi adolesc<strong>en</strong>cia, mi viejo, que mi<strong>en</strong>tras pudo se<br />
dedicó a los delirios y a armar proyectos imposibles, me vió<br />
de ahí <strong>en</strong> más como un retrógrado cuando me <strong>en</strong>ganché con<br />
la pintura. Así que tuve que remar contra esa idea, que v<strong>en</strong>ía<br />
del mundo de los ses<strong>en</strong>ta, donde para él el sumum era abandonar<br />
el objeto como consumo burgués.<br />
A pesar de esto, fue él qui<strong>en</strong> posibilitó que yo me acercara al<br />
mundo del arte. Mi viejo repres<strong>en</strong>taba la av<strong>en</strong>tura y era antipráctico,<br />
como podía serlo también, <strong>en</strong> otras cosas, Pablo.<br />
Todo siempre t<strong>en</strong>ía que t<strong>en</strong>er un gesto romántico.<br />
Será por eso que no tuve expectativas urg<strong>en</strong>tes cuando<br />
decidí dedicarme a esto y pude mal que mal manejar un<br />
tiempo propio.