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LAS DOS PUNTAS DEL CRIMEN<br />
Por arriba, <strong>el</strong> crimen <strong>el</strong>aborado, como <strong>el</strong> de la maleta, descubierto en Cádiz. Se investiga<br />
quién pudo introducir un cuerpo contorsionado en <strong>el</strong> interior de una valija de 30 x 60<br />
centímetros después de darle muerte. Y por abajo, <strong>el</strong> asesinato de bebés a manos de su<br />
propia madre; que en los años cuarenta y cincuenta, d<strong>el</strong> pasado siglo, se llamaba «madres<br />
desnaturalizadas». El mismo día se han dado dos presuntos casos en España, uno en<br />
Madrid, y otro, en Valencia. Uno, en una familia española, con problemas, y otro, en una<br />
familia de inmigrantes ilegales. El crimen hartamente pensado y <strong>el</strong> d<strong>el</strong> tercer mundo. Las<br />
dos puntas al mismo tiempo.<br />
El compañero sentimental de Betsabé, la chica venezolana metida a presión en la<br />
maleta, fue detenido por la policía como sospechoso y se suicidó colgándose de su propia<br />
ropa en un calabozo d<strong>el</strong> Puerto de Santa María. Ahora será casi imposible aclarar<br />
totalmente <strong>el</strong> enigma. Pero fuera quien fuese <strong>el</strong> que redujo a la chica en postura<br />
«ultrafetal», la intención es clara: hacer desaparecer <strong>el</strong> cadáver, en la creencia,<br />
compartida con <strong>el</strong> Vampiro de Londres, de que sin cuerpo no hay d<strong>el</strong>ito. Recomiendo al<br />
respecto la nov<strong>el</strong>a Corpus d<strong>el</strong>icti de Andreu Martín.<br />
En nuestro país hay varios casos en los que una mujer desaparecida levanta sospechas<br />
sobre su círculo íntimo, pero la falta de pruebas concluyentes impide actuar a la policía.<br />
Recuerdo, en concreto, la desaparición de una señora de buen ver que se hizo humo sin<br />
llevarse nada, incluso dejando las bragas en la lavadora. Sin embargo su caso no ha podido<br />
ser resu<strong>el</strong>to. En esa misma situación estaba la inexplicable huida de Betsabé, que se ha<br />
descubierto como un asesinato minuciosamente pre<strong>para</strong>do. Lo que quizá podría<br />
extenderse a la desaparecida que «se olvidó» la ropa interior.<br />
Eso d<strong>el</strong>ata a un tipo de criminal preocupado por borrar las hu<strong>el</strong>las. En la casa de<br />
Betsabé no quedaron indicios que permitieran saber lo que había pasado. El criminal<br />
buscó un lugar apartado, cerca de la autopista Cádiz-Sevilla, vecino a la Venta d<strong>el</strong><br />
Algarrobo y, con una pala, enterró la maleta con su fúnebre carga. Si la naturaleza, en<br />
forma de lluvia, no hubiera descubierto <strong>el</strong> lugar es posible que <strong>el</strong> autor siguiera<br />
burlándose de la justicia. Pero, como su<strong>el</strong>e pasar en la historia d<strong>el</strong> crimen, los asesinos se<br />
equivocan en la letra pequeña.<br />
Esa es la gran tragedia de confiarlo todo a la ciencia. Soy culpable de haber dicho en<br />
t<strong>el</strong>evisión que «creo más en Dios que en <strong>el</strong> ADN» y los tiempos parecen darme la razón. El<br />
éxito de la serie House rev<strong>el</strong>a que no todo es dejar <strong>el</strong> diagnóstico a las grandes pruebas<br />
como <strong>el</strong> TAC o la resonancia magnética, sino que hace falta <strong>el</strong> médico pensador que