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Los cam<strong>el</strong>los saben ser amigos d<strong>el</strong> alma, creadores de consu<strong>el</strong>o en la decadencia,<br />

sustitutos d<strong>el</strong> dolor y la ansiedad. La dama blanca puebla la tribu de las mil narices, desde<br />

la chata y operada hasta la más grande y saludable. Narices de ave de rapiña, de gorriones<br />

y golondrinas, de pequeño empaque y gran olfato. La nariz de un par de narices, la nariz<br />

ilustrada y protuberante; tiene narices. Orondas, rotundas, horadadas. De tabiques<br />

macilentos, rascados, de cartílago comido, débil y rebajado. La nariz d<strong>el</strong> punto de coca que<br />

en todas partes se mete, se estira y se entrena, posesionándose de toda una época golosa<br />

en la que los pizzeros v<strong>el</strong>oces dejan paso al narco volador; la cocaína take away, lista <strong>para</strong><br />

devorar, mientras tratamos de escuchar los consejos piadosos, las propuestas fanáticas,<br />

las mentiras mendaces, los nicotínicos segregados con los reyes de la fiesta respirando<br />

nieve por la nariz. Si se acaba <strong>el</strong> combustible, basta con llamar a la gente de Pepe, <strong>el</strong><br />

Gordo, con un par de narices.<br />

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