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Venecia. Los negociadores de la policía, que siempre han sido muy buenos, se basaban<br />

antes en la experiencia de viejos zorros policiales, capaces de la mayor empatía y simpatía.<br />

Ahora, además, disponen de técnicas avanzadas y una formación puntera.<br />

El Grupo de Secuestros y Extorsiones de la Comisaría General de Policía Judicial se<br />

refuerza. Y lo hace con estos «negociadores» que en principio pretenden dejar en un<br />

segundo plano su aspecto de agentes de la ley. Lo importante es la capacidad de<br />

comunicarse con cualquiera y utilizar como ariete la palabra y la persuasión. En total,<br />

veintidós agentes repartidos por <strong>el</strong> país, en un momento clave, en <strong>el</strong> que personas que<br />

simplemente aparquen su vehículo en un lugar apartado o mal iluminado o se dispongan a<br />

sacar dinero de un cajero en un punto solitario, pueden ser víctimas de un secuestro, que<br />

si sale bien, puede llamarse exprés, porque <strong>el</strong> sufrimiento habrá sido intenso, pero habrá<br />

durado poco.<br />

La intervención d<strong>el</strong> negociador será necesaria cuando se trate de atracos con rehenes,<br />

secuestros de transportes colectivos, trato con maltratadores de violencia de género,<br />

motines en las cárc<strong>el</strong>es, hasta agotar las soluciones pacíficas y las actitudes razonables.<br />

Pero en <strong>el</strong> cuerpo a cuerpo d<strong>el</strong> «secuestro exprés» quizá sea más útil la prevención.<br />

Mentalizar a los posibles rehenes.<br />

En la población española es difícil establecer como algo sabido que los d<strong>el</strong>incuentes<br />

importados, o los españoles reciclados, ya no solo pretenden la cartera, sino que buscan<br />

amedrentar <strong>para</strong> obtener <strong>el</strong> máximo beneficio. Son capaces de introducir violentamente a<br />

cualquiera en un vehículo y utilizar golpes y amenazas <strong>para</strong> obtener <strong>el</strong> número de<br />

seguridad de la tarjeta. O la extorsión a un familiar <strong>para</strong> que reúna urgentemente una<br />

pequeña pero importante cantidad —pongamos tres mil euros—, bajo amenaza de dañar<br />

o maltratar al rehén. Las leyes españolas, una vez más, no están pre<strong>para</strong>das <strong>para</strong> esta<br />

modalidad d<strong>el</strong>ictiva; de hecho ni siquiera la llaman por su nombre, puesto que permiten<br />

que se confunda con una falta o error funcionarial: «la detención ilegal». Una detención<br />

de esa clase, hablando en román paladino es un vicio de la autoridad; <strong>el</strong> secuestro, es la<br />

obra de un d<strong>el</strong>incuente. Si ni siquiera lo llamamos por su nombre, ¿cómo vamos a<br />

entender lo que está pasando?<br />

Los nuevos secuestradores juegan con <strong>el</strong> miedo, un golpe intenso, h<strong>el</strong>ado y repentino,<br />

que lleva a buscar con urgencia <strong>el</strong> botín d<strong>el</strong> rescate. P<strong>el</strong>agatos d<strong>el</strong> tres al cuarto, que hasta<br />

hace nada eran simples ladrones, que empleaban la violencia o la intimidación, son ahora<br />

renovados secuestradores que han aprendido <strong>el</strong> método brutal. Los polis dicen que así se<br />

doctoran en la d<strong>el</strong>incuencia. Aunque mientras obtienen <strong>el</strong> postgrado, la inexperiencia les<br />

coloca en una situación en la que, si <strong>el</strong> asunto se les va de las manos, pueden optar por la<br />

opción más dañina. La policía ha doblado <strong>el</strong> número de sus negociadores y los ha dotado<br />

de mano izquierda, pero una vez más nadie se ocupa de advertir a la ciudadanía de una<br />

nueva amenaza cada día menos infrecuente.

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