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que se pre<strong>para</strong> <strong>para</strong> <strong>el</strong> desastre, aunque tenga cierta confusión en como llamarlo. La<br />
violencia de género es solo, y nada menos que eso: una manifestación más de la<br />
d<strong>el</strong>incuencia.<br />
El caso es que Sylvina, que era una mujer int<strong>el</strong>igente y pre<strong>para</strong>da, no daba por cierto lo<br />
que <strong>el</strong> señor fiscal también ha dicho: que por <strong>el</strong> hecho de haber encontrado un nuevo<br />
hombre con <strong>el</strong> que convivir, y dado que este era superior al sargento presunto<br />
maltratador, «tenía un grado de protección importante». Esto, claro, explica claramente la<br />
percepción que tiene la fiscalía d<strong>el</strong> problema: la presencia de un militar, resulta disuasoria.<br />
Hombre, pues, no. En la vida criminal, da igual la profesión de las víctimas. Incluso la de los<br />
agresores. Importa solo la capacidad letal, que según queda probado en <strong>el</strong> caso d<strong>el</strong><br />
sargento, era máxima.<br />
Si no estuviera todo tan embarullado a fuerza de retorcerlo, Sylvina y su pareja habrían<br />
tomado precauciones extraordinarias. Una de las más sencillas es no abrirle la puerta al<br />
sargento, especialmente si llama de madrugada. Pero no, resultaron muertos porque<br />
curiosamente se creían a salvo, blindados por la artillería verbal de quienes hablan de<br />
observatorios, juzgados especiales, aumento de denuncias… hasta solapar la triste<br />
realidad d<strong>el</strong> índice creciente y sostenido de la violencia contra la mujer. Primero porque<br />
las normas jurídicas no son eficaces y segundo porque la percepción d<strong>el</strong> problema se<br />
refleja en la superficie deformante de los espejos d<strong>el</strong> callejón d<strong>el</strong> Gato. Lo cierto es que los<br />
asesinados estaban abandonados a sus propias fuerzas, y encima, ignorantes de este frío y<br />
desconsiderado albur.<br />
Otro asunto de violencia de género que tiene bemoles es <strong>el</strong> que en su día cometieron<br />
cuatro personas, tres artistas drag queens, o travestis espectaculares, y una chica, gogó de<br />
discoteca, contra un joven de 18 años, en una sala de Barc<strong>el</strong>ona. La muchacha sirvió de<br />
cebo <strong>para</strong> que <strong>el</strong> chico se aviniera a la complicidad sexual. Cuenta <strong>el</strong> r<strong>el</strong>ato de la acusación<br />
que <strong>el</strong> compañero sentimental se acercó y dijo que «lo que fuera <strong>para</strong> <strong>el</strong>la tenía que ser<br />
<strong>para</strong> él», por lo que <strong>el</strong> muchacho salió de estampida, horrorizado. No obstante, la fiesta<br />
seguía y la chica volvió al ataque logrando que <strong>el</strong> joven, bien plantado, atractivo y<br />
apetecible, la acompañara a la zona de los camerinos, donde solo tenía acceso <strong>el</strong> personal<br />
autorizado, entre otros, los artistas —drag-queens incluidos—, que sorprendieron a la<br />
víctima, arrojándose sobre él, poniéndole unas esposas en las muñecas y abusando<br />
sexualmente d<strong>el</strong> secuestrado. Cuatro contra uno.<br />
Tan grave fue la cosa que <strong>el</strong> fiscal llegó a pedir sesenta años de prisión, quedándose en<br />
la Audiencia en once <strong>para</strong> cada uno, sentencia ratificada por <strong>el</strong> Supremo.<br />
Bueno, pues tal es <strong>el</strong> lío de las instituciones que, según denuncia El Mundo, los<br />
Servicios Penitenciarios de la Generalitat han soltado a los cuatro violadores, en medio de<br />
un gran escándalo, tras solo cinco meses de cumplimiento de condena. Incluso en algunos<br />
estamentos populares, con gran predicamento entre la progresía, se habla de que<br />
«pobrecitos, solo pasó lo que ocurre en una discoteca cuando se ha bebido demasiado».<br />
El «buenismo» que inspiran estas palabras se da de bruces con <strong>el</strong> Código Penal que brama<br />
contra <strong>el</strong> d<strong>el</strong>ito de violación. Es posible que las penas sean en algún caso excesivas y<br />
siempre demasiado cercanas al castigo de homicidio, lo que a los violadores alienta a