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La cerradura de la puerta de la casa estaba intacta, como abierta con llave. El interior<br />
no estaba revu<strong>el</strong>to y <strong>el</strong> arma d<strong>el</strong> triple asesinato, un cuchillo de considerables<br />
dimensiones, no fue recuperada. El dueño de la vivienda era alcalde pedáneo de La Parte<br />
de Bureba y pasaba temporadas en Burgos, donde fue sorprendido. El asesino entró de<br />
madrugada atacando a Salvador, luego a su mujer y, finalmente, al pequeño, que se había<br />
escondido debajo de la cama. Tuvo que derribar la puerta de la habitación de este último<br />
de una patada, y en la madera quedó impresa la su<strong>el</strong>a de las zapatillas deportivas,<br />
característica e inconfundible. En <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o también dejó marcas al pisar la sangre de las<br />
víctimas. Pero más allá de eso no había hu<strong>el</strong>las dactilares que no fueran de la familia,<br />
incluidas, claro está, las d<strong>el</strong> detenido que vivía allí, salvo cuando estaba en <strong>el</strong> internado.<br />
Sorprendentemente no se hizo mucho hincapié en la especial rabia con la que los<br />
cuerpos fueron tratados. Era excesiva, incluso aunque se tratase de un psicópata. Por eso<br />
se manejaron todo tipo de hipótesis: un móvil económico, enemistad, un trasfondo<br />
sentimental y también <strong>el</strong> robo, aunque en la casa no parecía que faltara nada de gran<br />
valor.<br />
Solo había sangre de las víctimas. El criminal quizá usó guantes y no se había cortado,<br />
cosa muy extraña cuando se dan tantos tajos. La detención no explica cómo hizo <strong>el</strong><br />
trayecto al internado de Aranda de Duero y vu<strong>el</strong>ta, ni las amenazas que supuestamente<br />
había recibido <strong>el</strong> padre de familia por t<strong>el</strong>éfono, días antes de su muerte; ni si es cierto que<br />
<strong>el</strong> asesino buscó a otra persona más tras <strong>el</strong> triple crimen. Tampoco explica por qué al<br />
principio creyeron que los autores eran varios. En otras versiones de crímenes de familia,<br />
como en <strong>el</strong> caso de la catana, <strong>el</strong> asesino era solo uno, pero si nos fijamos en <strong>el</strong> caso<br />
Urquijo hubo tantos participantes que parecía una romería. La violencia desatada o <strong>el</strong><br />
transporte post mortem de los cuerpos no certifica si se trata de un solitario o de un<br />
grupo. El crimen de Burgos pudo deberse a una sola mano, pero otro asunto sin resolver<br />
es por qué los demás no gritaron mientras mataban al cabeza de familia.<br />
A la mañana siguiente, comunicaron al superviviente la desgraciada noticia. Estaba en<br />
<strong>el</strong> internado, a unos ochenta kilómetros de la escena d<strong>el</strong> crimen. Parecía imposible<br />
r<strong>el</strong>acionarlo. Sin embargo, la policía tiene <strong>el</strong> deber de considerar a todos sospechosos. Y<br />
les llamaba mucho la atención aqu<strong>el</strong> joven con tanto aplomo que pedía castigo <strong>para</strong> <strong>el</strong><br />
culpable. Era un chico guapo, que hablaba sin forzar la voz tras unas gafas negras.