La fuerza del natural - AMPA Severí Torres

CRIADO. Como lo mandáis se hará.
JULIO. Gila ha de ir como una fror.
CRIADO. Las damas de vuestra esposa
os la pondrán muy hermosa.
JULIO. Pues ¿qué le falta, Señor?
CRIADO. Vamos.
JULIO. ¿Qué, duque soy yo?
CRIADO. Como a tal, Señor, os hablo.
JULIO. Si no es verdad, lleve el diablo
el alma que me engendró. (Vase).
GILA. Saltando voy de contento
a ponerme como un mayo. (Vase).
ROBERTO. Carlos, ven.
CARLOS. Ábrase un rayo
mi vida y mi pensamiento.
Agora es más mi desprecio.
ROBERTO. Ven; que a ti te basta brío.
CARLOS. ¿Qué es esto, padre?
ROBERTO. Hijo mío,
esta es la dicha del necio.
(Vanse).
Salón del palacio.
ESCENA XII.
ALEJANDRO, CAMILA.
CAMILA. No es hija esa esperanza,
Alejandro, de tal desconfianza.
ALEJANDRO. Ya sé, Camila hermosa,
que en competencia, para mí no hay cosa
injusta; que aunque ahora
se ve de tantos príncipes Aurora
por su estado pedida,
no está de alguno como yo asistida.
Y ninguno en amor, grandeza o gala,
en mérito me excede, si me iguala;
que al estado de Urbino
ningunos ventajosos imagino;
y caso que le hubiera,
el mérito cediera
de la asistencia mía
en amor, en festejo, en bizarría.
Yo en Parma la asistí, sin que pensara
heredar a Ferrara,
y siguiendo el impulso de mi estrella,
acá vine con ella.
Pues ¿cómo el Duque ahora
a otro príncipe intenta dar a Aurora,
viendo que mi esperanza
este desprecio trocará en venganza?
CAMILA. Alejandro, esa queja
mucho a su intento y su razón se aleja,