La fuerza del natural - AMPA Severí Torres

porque yo no he dicho nada
que le toque a tu elemento.
CARLOS. Es verdad, y la razón
diré dentro de mi afecto.
Yo sigo con fe invencible,
como otro Ícaro nuevo,
otro sol, a quien me atrevo
con vuelo más imposible.
Escuché la vanidad
con que él se empeñaba ciego;
y así olvidado del juego,
me llevé de la verdad.
AURORA. La pena, Carlos, debéis;
pero ahora la suspendo
hasta que se yerre otro,
y algún problema discreto
sea de los dos castigo,
reduciéndolo a argumento,
por ver quién prueba mejor
el dictamen de su pecho.
Ícaro subió tan alto
(A nuestro tema volviendo),
que casi desconocido,
pasando de extremo a extremo.
Tocó la llama... la llama...
tu has hecho segundo yerro.
Carlos pues diciendo llama,
No acudes a tu elemento;
y has incurrido dos veces
en dos errores opuestos,
por callar y por hablar.
CARLOS. Sí; porque es tal mi tormento,
que lo yerro si lo callo,
y si lo digo lo yerro.
AURORA. Para el problema el castigo
de tus errores reservo.
Derretidas pues las alas,
las dos distancias midiendo,
cayó donde fueron flores...
Flores...-Alejandro, vuestro
el error fue, pues las flores
de la tierra son.
ALEJANDRO. Es cierto
que a la tierra pertenecen;
mas tiene razón mi yerro.
Yo quiero a quien merecer
no puedo por imposible,
y mi pena inaccesible
sólo sabe padecer;
y así, pues entre temores