La fuerza del natural - AMPA Severí Torres

DUQUE. Carlos, ¿qué es esto? Decidlo.
ALEJANDRO. (Aparte)
Y ¡aqueste desaire más
de Aurora a los ojos mismos!,
DUQUE. Decidlo.
CARLOS. Pues lo mandáis,
será forzoso el decirlo:
yo al Duque, como es tan diestro,
y yo aprender solicito,
le decía que me diese
(Ya conozco el error mío)
una lición, y le daba
la espada humilde y rendido
para que me alicionase;
y él, desto enojado, dijo
que ¿cómo yo me atrevía
siendo un hombre tan indigno,
a hacer tan grande osadía?
Si lo erré, perdón le pido,
y sabré de aquí adelante
que el proponer es delito
que me enseñe, cuando yo
tan desigual he nacido.
JULIO. Señor, todo esto es mentira;
no hay que hablar, he de decirlo
Carlos le quitó la espada.
DUQUE. (Ap. Seguir este engaño elijo,
por no avergonzar al Duque).
Callad vos, que lo que ha dicho,
Carlos será la verdad;
que en vuestro errado juicio
la razón anda turbada.
Y así, asentado el principio
de que dice verdad Carlos,
que le perdonéis os pido;
que él sin duda pensaría
que buscaros y elegiros
por maestro en la destreza
era aplauso, y no delito.
ALEJANDRO. Basta que vos lo mandéis.
DUQUE. Carlos, ya a los ruegos míos
el Duque os ha perdonado;
pero quedad advertido
que Alejandro no es maestro
sino de Julio, mi hijo.
ALEJANDRO. (Aparte)
Aun más que de la verdad
me ofendo del artificio
de dar color a una ofensa,
porque es juzgarme rendido.