La fuerza del natural - AMPA Severí Torres

Así mudará de intento
el Duque en delirios tantos.
DUQUE. ¿No trae la cédula firma?
JULIO. No la trae por el recato.
DUQUE. En fin, ¿que a Gila la dais
la palabra de casaros
con ella?
JULIO. Y ¿cómo que doy?
Es linda, no hay que negarlo.
¿Qué es Aurora! cien Auroras
no la llegan al zapato;
porque tiene unos ojuelos
que se la saltan del casco,
y unos pies de doce puntos;
y si se los lava acaso,
calza cuatro puntos menos
que en costras se van y callos.
Venga la cédula.
DUQUE. Cierto
que ya el sufrir es en vano
vuestra mucha necedad,
y que estoy ya tan cansado...
pero a vos no hay que decir,
que en nada capaz os hallo.
Idos, que el amor de padre
de suerte le vais mudando
que me aborrezco a mí propio,
por veros tan sin reparo.
Idos, idos.
JULIO. Ya se irán,
ya se irán. ¡Oigan el diabro!
¿Por una cédula sola
os habéis así amohinado?
DUQUE. Idos. (Rompe la cédula).
JULIO. ¿No es buen modo haberme
la cédula hecho pedazos?
Que si vos no la rasgarais,
ya yo estuviera alquilado. (Vase).
ESCENA VIII.
AURORA, EL DUQUE.
AURORA. (Ap. Rompa el silencio mi voz,
y agora que está irritado
con Julio, mi justa queja
le ha de encontrar más humano).
Señor, ya las experiencias
del discurso limitado
de Julio, pueden librarme
de la desdicha que aguardo,
del tratado casamiento.