El cristianismo. Esencia e historia - Laicos
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C.II. EL PARADIGMA ECUMÉNICO-HELENISTA DE LA ANTIGÜEDAD CRISTIANA<br />
¿Es lícito venerar imágenes?<br />
Quien, yendo de Occidente, entre hoy en una iglesia ortodoxa oriental<br />
se verá sorprendido enseguida por las muchas imágenes de santos que<br />
los fieles saludan y besan siguiendo un orden jerárquico. Con frecuencia,<br />
toda una pared de imágenes (iconostasio) separa, sobre todo en<br />
Rusia, el espacio del altar del de los fieles. Si las basílicas «constantinianas»<br />
y los mosaicos eran todavía comunes de la Iglesia oriental y de la<br />
occidental, sin embargo los iconos (griego eikón = «imagen») son un<br />
desarrollo oriental específico. Tuvo lugar éste, sobre todo, en los siglos<br />
VI y VII, cuando de las imágenes para el recuerdo devoto se pasó a imágenes<br />
para la veneración cultual: de ellas se creía que comunicarían la<br />
ayuda del santo en cuestión 206 •<br />
Obsérvese que en tiempos del imperio pagano, en la Iglesia se había<br />
ridiculizado toda veneración de imágenes. Incluso en tiempos posconstantinianos<br />
se veía en ello una repercusión del pensamiento pagano. Se<br />
invocaba, sobre todo, la prohibición veterotestamentaria de hacer representaciones<br />
de Dios. Imágenes tempranas de Cristo (por ejemplo,<br />
del Buen Pastor en sarcófagos), de santos y de eventos salvíficos tenían<br />
por eso puro carácter simbólico. No pretendían representar, y menos<br />
aún retratar, al Hijo de Dios, sino remitir a aquello que comunica la<br />
salvación: Cristo, el Pastor, el bautismo o la eucaristía. Por consiguiente,<br />
uno se hacía partícipe de la gracia no a través de imágenes, sino<br />
mediante el Cristo viviente, su palabra y sus sacramentos. Eusebio, por<br />
ejemplo, había rechazado en general toda representación gráfica; incluso<br />
la de la humanidad terrena de Cristo. Decía que no se puede reproducir<br />
su naturaleza divina-espiritual; y que una reproducción sólo del<br />
hombre Jesús no es la reproducción del verdadero Hijo de Dios. Y<br />
Epifanio de Salamina, a finales del siglo IV, había atacado de forma<br />
directa la veneración de imágenes como una nueva forma de veneración<br />
de ídolos.<br />
En cambio, las imágenes fueron defendidas por los tres grandes capadocios,<br />
por Basilio y los dos Gregorios, así como por Crisóstomo. Al<br />
fin de cuentas, se decía, en otro tiempo también se llevaba la imagen del<br />
nuevo emperador a todas las provincias para hacer experimentable su<br />
presencia también en los rincones más extremos del imperio. <strong>El</strong> honor<br />
que se demuestra a la imagen, seguían diciendo, apunta al arquetipo,<br />
significa en realidad Cristo, María o los santos ... Ahora se explicaba esto<br />
de forma platónica, como «participación» de las imágenes hechas por los<br />
hombres en su prototipo divino. De cualquier modo, en la cristiandad<br />
oriental de los siglos V y VI no se tenía ya reparo alguno en poner velas<br />
o lámparas encendidas delante de imágenes en la iglesia o en casa, en<br />
ofrecerles incienso, en besar las imágenes, en lavarlas y vestirlas de forma<br />
litúrgica o en arrodillarse ante ellas, tal como había sido habitual<br />
otrora entre no cristianos. <strong>El</strong> que besa los iconos, se decía ahora, besa a<br />
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8. CARACTERíSTICAS DE LA IGLESIA ORIENTAL<br />
Cristo y a los santos mismos cuya fuerza y gracia está presente en la<br />
imagen. Como en el paganismo, también ahora en el pueblo cristiano se<br />
atribuía a la imagen cristiana una eficacia protectora y milagrosa.<br />
Este nuevo tipo de veneración cristiana de las imágenes era un manifiesto<br />
movimiento desde abajo. La teología con sus teorías de la «encarnación»<br />
de Dios en Cristo, que permitiría pintar lo divino (en la figura<br />
de Cristo), trató de justificar a posteriori la veneración de imágenes y a<br />
veces de corregirla. Se decía: quien rechaza la representabilidad de Cristo<br />
rechaza también la encarnación verdadera de Dios en Cristo. Y fueron<br />
sobre todo los monjes los que abordaron la antigua nostalgia del pueblo<br />
de visión y ayuda, de vivencias de gracia y milagro. Se promovió todo<br />
esto con fuerza sobre todo en los lugares de peregrinación. La concepción<br />
monofisita de «Cristo nuestro Dios», para la que lo terreno es sólo<br />
el vestido de lo divino, extendida no sólo entre monjes, sin duda que corroboró<br />
aún más estas tendencias. La veneración de imágenes fue promovida<br />
además, como hallazgos arqueológicos demuestran, mediante<br />
peregrinaciones a Si meón Estilita. Y se difundió pronto la creencia de que<br />
algunas imágenes de Cristo (más tarde también de María) habrían nacido<br />
de forma milagrosa y de que, por ello, tenían efectos milagrosos. Los<br />
iconos podrían producir milagros de todo tipo, podrían curar enfermos,<br />
resucitar muertos, expulsar demonios, incluso intervenir en guerras,<br />
hacer que las flechas se volvieran contra los que las disparaban, y destruir<br />
máquinas de asedio enemigas, como también podrían vengarse en su<br />
profanación (por ejemplo, sangrando). Sin duda, también para todos<br />
estos milagros hay modelos en el espacio precristiano y extracristiano.<br />
Así, las imágenes terminan por estar omnipresentes en el mundo de<br />
Bizancio; no sólo se las coloca en la iglesia, en casas, en tiendas y en<br />
celdas monacales, sino que también se las saca en procesión, se las lleva<br />
consigo a los viajes o a la guerra. Finalmente, el patriarca de Constantinopla<br />
en persona confirma en el año 626 la eficacia milagrosa de los<br />
iconos y hace que, ante la incursión de los ávaros, se coloquen imágenes<br />
protectoras de María en las puertas occidentales de la capital. No siempre<br />
se puede fijar con claridad hasta qué punto se practicaba en todo<br />
esto sólo «veneración» y no también «adoración» (debida «de suyo»<br />
sólo a Dios), hasta qué punto se distinguía entre imagen y persona representada,<br />
hasta qué punto se trataba de piedad auténtica y hasta qué<br />
punto intervenían la superstición y la magia. Ya se sabe que la religiosidad<br />
popular va con demasiada frecuencia más allá de distinciones teológicas.<br />
En todo caso, parece que algunos amantes de los iconos llegaron<br />
en los siglos VII y VIII incluso a interpretar las imágenes como una<br />
nueva forma de encarnación: Cristo se encarna aquí y ahora en tabla y<br />
óleo como se encarnó entonces y allí en carne y sangre; una concepción<br />
que, por cierto, no fue elevada a doctrina ortodoxa 207 •<br />
¿Qué dice al respecto la crítica de las imágenes? Por supuesto que,<br />
como oímos, jamás enmudecieron el escepticismo y la crítica de los que<br />
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